CRÍTIQUES

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8
Reflexiones a golpe de sonrisas
Publicat el: 19 de maig de 2018
CRÍTiCA: Fairfly
La cultura emprendedora es el blanco de la nueva producción de La Calòrica. La compañía, siempre crítica y punzante con la sociedad, ya tocó el mundo laboral en Sobre el fenomen de les feines de merda, aunque en esta ocasión construye un espectáculo más convencional con una única historia. En ella, cuatro amigos deciden cambiar el (su) mundo a partir de la creación de su propio negocio. Como punto de partida tienen una idea innovadora y muchas ganas de luchar por sus sueños, elementos que, como se ve a lo largo de la función, no siempre son suficiente.
En esta ocasión, los calóricos se desmarcan de su habitual comedia alocada –ya lo hicieron con menor acierto en su estudio de la fe con El Profeta– sin perder con ello el humor. Los personajes dejan los disfraces estridentes y las situaciones surrealistas para coger un tono más cercano y cotidiano. Ya sea por una mayor madurez o por ganas de probar un nuevo camino, lo cierto es que lejos queda aquél Xavi Francés que se hacía una paja bajo la escandalizada mirada de la reina de Inglaterra. Y la verdad es que el resultado, aunque diferente, es igual de bueno.
La trama creada una vez más por Joan Yago, expresada de forma lineal, juega con los avances en el tiempo sin cortes ni cambios entre escenas, solo a partir del texto y las interpretaciones. En Fairfly toda la acción ocurre entre reuniones que evolucionan de ser entre amigos a ser entre compañeros de trabajo. El público ocupa unas gradas a cuatro bandas alrededor de una mesa, cosa que hace inevitable ver espaldas y perderse matices interpretativos. Sin embargo, Israel Solá ofrece una milimétrica dirección en la que todos los movimientos están estudiados y cuidados para que los personajes roten y sean lo más visibles posible. Muy cuidados también el vestuario y la escenografía de Albert Pasqual, todo confeccionado con el color verde corporativo como si de un anuncio se tratara.
En la interpretación, Vanessa Segura y Queralt Casasayas se unen a los habituales Xavi Francés y Aitor Galisteo-Rocher. Los cuatro personajes que interpretan ofrecen personalidades opuestas y reconocibles desde la naturalidad y la contención. El humor queda relegado a la propia naturaleza del texto sin que nada sea forzado.
Con varias capas de lectura, lo cierto es que la discusión postfunción está servida. La gracia es que no se pierden por ello la comicidad y la oportunidad de pasar un buen rato, con un ritmo ágil y una fina ironía. Una obra que plantea reflexiones profundamente actuales a golpe de sonrisas.
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