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La sala llena de un público familiar deseoso que le hagan soñar, olvidar los problemas que dejaron en la puerta y durante noventa minutos olvidar quiénes son para convertirse quién les gustaría ser. Un mundo lleno de posibilidades, de personajes inventados, de sonidos, de gestos y de movimientos imposibles. Mil y un sueños encima del escenario, no parpadees que te lo pierdes.

Guillem Albà, Joan Arqué, Roger Julià, Pep Pascual y Jordi Martínez son los hacedores de un inconmensurable trabajo. El rodaje del último año de bolo en bolo hacen que el espectáculo funcione con precisión milimétrica y que el público vaya de sorpresa en sorpresa. Nos quedamos maravillados como es posible con muy poco, se consiga tanto.

No entiendo de circo, ni de payasos, sólo de sonrisas, y la sala a la par reímos con ganas de cada una de las situaciones surrealistas que se nos presentan ante nuestros ojos. Volvimos a ser niños, volvimos a tener ilusión, de aquella que hacía tiempo que no sentíamos. Fuimos el payaso bueno y he destapado la caja de los truenos y aunque una sesión no es suficiente para conseguir que mi fobia desaparezca. Hoy he sido payaso, mañana ya veremos con qué cara me levanto.