CRÍTIQUES

VALORACIÓ
7
EMBRIAGUEZ VISUAL
Publicat el: 1 de juliol de 2015
CRÍTiCA: Vorònia
De la mano de
Marcos Morau, La Veronal deslumbró, ayer noche, al público con Vorònia, el espectáculo de danza contemporánea, que inauguró
oficialmente el Grec 2015. Una pieza exquisita sobre La Maldad en la
que el brillante trabajo coral y la sofisticada puesta en escena, la convierten
en una obra hermosa, contenida y elegante. El coreógrafo no se deja desbordar ni
por un instante por la pasión que destila
un tema tan complejo y universal. Algo que confiere a la pieza una
atractiva distinción.
Vorònia, debe su nombre a una cueva del mismo nombre de 2.000 metros de
profundidad que está en Giorgia, en el Cáucaso occidental. El montaje tiene una
dramaturgia potente que firma Roberto Fratini y Pablo Gisbert, El Conde de
Torrefiel, dramaturgia que no convierten
el espectáculo en una pieza intelectual y densa como otros trabajo de La
Veronal, por ejemplo Siena, sino que su visión sobre La Maldad dispara el baile de los miembros de
la compañía e impregna a la coreografía de un enérgico dinamismo interno. No
era tarea fácil cuando se cita el
infierno de Dante, frases Bíblicas y de San Agustín, aquí las ideas se diluyen
en la fuerza del baile. Un baile
caudaloso, que se distorsiona en ricas frases coreográficas, en las que el
gesto ilustra un sinfín de emociones. Los integrantes de La Veronal realizan
una intensa y nítida ejecución. La forma fría con que Morau domina la expresión de las emociones, impregna al espectáculo de una pátina
abstracta.
Verònia de sesenta minutos de duración se divide en dos partes
bien diferenciada. En la primera Morau convierte el escenario en un canto a la vida. La escenificación de
un parto y la presencia de un niño, Gerónim Mach, y de dos perros
lobos, ─el coreógrafo salva a niños y animales del Mal─ sitúan al espectador en un paraje blanco y
abstracto en el que reina el bien. Un
bien que pronto será invadido por un perturbador grupo de mujeres y hombres
vestidos de negro con calcetines blanco, muy al estilo Béjart en Actus Tragicus, que simbolizan el mal. A partir de este
momento el público no podrá dejar de mirar el escenario, porque todo se vuelve
hipnótico, El fértil vocabulario
coreográfico de La Veronal se trenza con una impactante música sacra, que junto
a la magnífica voz del tenor Toni Comas,
forman un dinámico friso, a dos niveles, que corta la respiración del
espectador más sensible.
En la segunda
parte de Vorònia su autor sitúa al público frente en un banquete, una fiesta surrealista tipo
Buñuel, a través de la cual las entrañas del espectador empiezan a inclinarse
en la afirmación de que La Maldad puede llegar a ser hermosa. Este pensamiento que provoca el trabajo de La
Veronal es la clave del éxito de esta obra. A esta visión del banquete se ha de
sumar la presencia de un ascensor que no deja de subir y bajar pecadores al
infierno. Algunos desnudos, otros vestidos.
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