Helena Tornero no suele hacer concesiones. Su sólida trayectoria como dramaturga transita territorios filosóficos y políticos, adapta sin que le tiemble el pulso, por ejemplo, a John Milton y Ramon Llull. Sin embargo, en ‘Tu em vas prometre una història d’amor’, estrenada en la Beckett en el marco del Grec, la autora residente de la sala propone un giro: una comedia romántica de apariencia fácil, la obra “que me hubiera gustado poder escribir a mi madre”, confiesa. Este reto y homenaje actúa de motor del argumento, dispositivo metateatral que primero juega a desmontar tópicos y convenciones narrativas del género para acabar luego empapado del espíritu cursi al uso. El golpe de efecto llega a través de la dinámica propuesta del director Israel Solá que logra poner todos los engranajes a rodar al unísono con un resultado minucioso y desternillante.

Al principio vemos a una escritora que no encuentra la inspiración, personajes que aparecen como en un banco de pruebas, escenas que nacen y se disuelven entre París, Roma y un tren polaco. La estructura si bien no es original –autoficción enunciada con conatos de rebelión de los protagonistas, a lo Pirandello–, poco a poco va encauzándose hasta encontrar una trama principal: la relación entre un revisor y una joven aspirante a escritora. Como marcan los cánones, hay giros inverosímiles, incluso vodevilescos, y una química entre protagonistas imposible que –para sorpresa de nadie– decanta hacia la relación que promete el título.

El material podría resultar inocuo en manos de una dirección no tan prolífica, pero Solá despliega la exuberante paleta de recursos cómicos perfeccionados en su compañía habitual, La Calòrica. Como muestra, el dibujo de arquetipos nítidos que encadenan gags afilados mediante un ritmo galopante. No importa donde sitúe la mirada el espectador, allá encontrará un gesto o un movimiento que funciona en conjunto como un huracán de comicidad.

Otro acierto nada menor es conseguir que todo el reparto respire con un mismo tono entre la farsa y la sitcom. Ester Cort construye una narradora alejada del recurso fácil, mientras Teresa Vallicrosa como la madre emociona desde la contención socarrona. Como los mejores defensas, Roger Torns y Sandra Pujol se entregan a sus papeles pensando los tantos del equipo, y hay que destacar el retrato ascendente de Fermí Delfa: revisor sosaina, el antihéroe de manual que no puede faltar en una rom-com. Sin ser la historia de amor que nos merecemos –libre de clichés, profunda y rebelde–, sí que es la obra divertidísima que apetece cualquier tarde de verano.

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