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El paraíso en un basurero
Publicat el: 11 de juliol de 2014
CRÍTiCA: tauberbach
¿Es posible un último y brillante rastro de humanidad en un basurero? Un
sí contundente. Aunque haya que cambiar todos los parámetros usuales para
validar el concepto de humanidad. Todos los argumentos están en Tauberbach, la coreografía de Alain Platel que hasta mañana eleva aún
más la atractiva oferta de danza –o como se quiera etiquetar- de esta edición
del Grec. Un espectáculo que relata con la anarquía propia de este creador la
integración de una mujer (la formidable actriz Elsie de Brauw) en una comunidad
en simbiosis con los restos de la civilización. Un paisaje de ropas y trapos abandonados
donde seres que veríamos como primitivos –casi han perdido el don del habla– generan
poesía desde la más absoluta libertad del que ya no tiene ataduras con lo que
una vez fue un mundo reglado. Seres entre la infancia, la animalidad y ese orden
inteligible para terceros que gestiona las emociones y sus reacciones entre las
personas que han perdido el contacto con la realidad y la sustituyen por otra
propia. Pero en ese mundo alternativo existe la belleza, la musicalidad, el
deseo, la necesidad de juego y diversión. Y cada uno es libre para expresarlo a
su manera, aunque todos coinciden en esa personal manera de Platel de concebir
el movimiento como un gesto autónomo que interactúa con el intérprete como si
éste fuera un simple espectador, una mirada exterior, de la autarquía gestual
del cuerpo. Un viaje hacia un nuevo estado mental y emocional que se expresa
también con la paulatina desaparición de una voz -¿quién la escucha realmente?,
¿para quién son sus sentencias y órdenes?– que posee la misma monocorde y meliflua
amenaza de la voz de HAL, el computador central de la nave de 2001 de Kubrick.
Un dios metálico derrocado por la armonía caótica de los olvidados. Quizá es el camino de regreso al paraíso.
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