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Crítica de la Lydia Aguilera
Publicat el: 2 de març de 2019
¿Recordáis la emotiva frase de la película Seven Pounds: “En este momento hay seis mil cuatrocientos setenta
millones, ochocientos dieciocho mil, seiscientos setenta y un habitantes en el
mundo: algunos huyen asustados; otros vuelven a casa; algunos cuentan mentiras
para poder sobrevivir. […] Seis mil millones de personas en el mundo; seis mil
millones de almas, y a veces, ¿sólo necesitas a una”? pues define a la
perfección la propuesta de la compañía Marie de Jongh en Amour.
Esta obra teatral cautiva por su sencillez y delicadeza con la que se tratan
los diferentes tipos de amor que existen con el mínimo de elementos. ¿Por qué sencillez?
Pues porqué toda la obra transcurre con la misma escenografía prácticamente,
sin ningún ruido y ¡sin que sus protagonistas abran la boca! Y… ¿cómo se
consigue todo esto? Dándole extremada importancia al lenguaje no verbal
(gestos), la luz, la música y a una tiza, con la que los personajes construyen
su entorno material. Además, cabe destacar un elemento clave en la indumentaria
de todos los personajes: sus máscaras con expresión neutra, a las que se las
dota de significado acompañándolas con el movimiento de los cuerpos de cada uno
de los actores y actrices que las lucen.
A través del amor, el lenguaje universal que conecta todos los seres
humanos, Jokin Oregi, el director de la obra, narra una historia en la que unos
niños, a través del juego y su inocencia innata, descubren el mundo que les
rodea y empiezan a crear el universo en el que van a vivir sin preocuparse por
el tiempo hasta llegar a los setenta años, donde toman consciencia del paso del
tiempo y de los prejuicios que les han acompañado a lo largo del transcurso de
sus vidas. La obra nos enseña la fina línea entre el amor y el odio y nos ayuda
a liberarnos de los tabúes existentes en la sociedad en la que vivimos.
Por su parte, los suaves movimientos de los intérpretes (Javier
Renobales, Ana Martinez, Ana Meabe, Pablo Ibarluzea y Anduriña Zurutuza) hacen
que entendamos perfectamente el mensaje que se nos está transmitiendo y que nos
sintamos parte del espectáculo, viviendo intensamente la historia y llegando junto
a los protagonistas, al clímax.
Verdaderamente, el espectáculo no deja a nadie indiferente con esa
sensación de máxima emoción permanente. Por lo que, si tenéis la oportunidad de
ir a ver Amour de Marie de Jongh para
experimentar en primera persona la sensación de un amor silencioso compartido, ¡no
os lo penséis más!
Lydia Aguilera Díaz
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