Existe una sólida razón para ir a La Seca y ver la adaptación teatral
que Hermann Bonnín ha dirigido de La dama
de les camèlies: disfrutar de cerca de la gran interpretación de Nausicaa
Bonnín. El director ha apostado –y acertado– con una puesta en escena
radicalmente desnuda, sólo apoyada en una excelente iluminación de Josep Maria
Civit. No hay nada, excepto el trabajo actoral de la compañía, movidos por una
invisible coreografía. Entre todos destaca, y mucho, Nausicaa Bonnín en un viaje
hacia el interior del personaje que culmina con un final espectacular por la intimidad
que crea entre ella, el personaje y el espectador, entregado a su trágico y
solitario desenlace. Una muerte seca, sin adornos, como todo el montaje, que
por si sola justifica la extravagancia de haber rescatado una novela romántica
de Alejandro Dumas hijo.