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7
Fiesta, liberación y desenfreno en la favela
Publicat el: 21 de juliol de 2024
CRÍTiCA: Zona Franca. Alice Ripoll
La fiesta de cumpleaños ya está empezada cuando los espectadores entran en la sala. Del techo penden grandes globos y los artistas bailan samba muy animados y joviales alrededor de un bombo. Resuena el carnaval de Río y las favelas de la pobreza que encuentran en la música y la danza una vía de escape, una ‘Zona Franca’ de liberación de la miseria, violencia y narcotráfico que les rodean. El título toma la acepción de “lugar donde se comercia libremente” y el libre albedrío impregna todo el espectáculo que creó la coreógrafa y directora brasileña Alice Ripoll para su compañía Suave, formada por talentos salidos de las chabolas de Río de Janeiro. La comprometida creadora les propuso que llevaran a escena los ritmos más nuevos o sus preferidos. Una cultura de la danza urbana que es también su seña de identidad y agrupa, bajo el nombe de ‘passinho’, ritmos pop, funk y break dance. Hay también danza africana, sabala y otros ritmos brasileños. Todo un mapa de las danzas urbanas y populares del país, de arrebatadora y contagiosa energía, que utiliza Ripoll para reivindicar las aspiraciones de una juventud brasileña en un momento de transición sociopolítica tras el lamentable ‘baile’ de Bolsonaro.
La improvisación parece dominar la pieza, aunque está todo dirigido, y se echa de menos una línea dramatúrgica más elaborada que diera más solidez al montaje. La pieza destaca más por el talento y energía de los fantásticos bailarines que por un trabajo coreográfico demasiado abierto. A los momentos de júbilo colectivo se suceden escenas en las que cada uno de los artistas busca el foco, unos minutos de atención con una demostración de su virtuosismo. Hay vertiginosos pies, caderas y pelvis propios de los ritmos cariocas, alguna acrobacia de capoeira, muchos perreos (twerking), risas de las jóvenes amontonadas en el suelo, besos sin fin, libidos desenfrenadas, un bailarín con globos atados al cuerpo que va haciendo estallar uno a uno… Y hay también una demostración de absoluto control de los músculos del trasero: una bailarina en posición de grand écart o spagat (apertura de piernas) sobre una mesa, que se va desplazando lentamente por el escenario, muestra su destreza con los rítmicos movimientos de cada uno de sus glúteos.
La más alta y forzuda del elenco va cargando con dos bailarinas agarradas a sus piernas o torso y las deja caer bruscamente, en una posible metáfora de las desigualdades, mientras asoma el endiablado baile de otro intérprete. Hay momentos de silencio y otros de transición marcados por el estallido de los globos llenos de confetis brillantes que acaban pegándose a la piel de los intérpretes. A la desinhibición del elenco se suma una sensación de caos, desorden y confusión, el retrato de un país y de una juventud que busca reinventarse. Hay muchos momentos de alegría pero también algunos más amargos que culminan en la última escena, inquietante y perturbadora. Dos bailarines sobre una mesa van lamiéndose muy profundamente partes de los cuerpos de ambos. Él parece tragarse los pies de ella en una imagen que provoca grima, mientras ella lame los codos o pechos de él y sus propias manos. Impactante final de fiesta que no augura mucha esperanza a esos jóvenes que buscan su lugar en el mundo.
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