CRÍTIQUES

VALORACIÓ
7
Mejor que Lourdes
Publicat el: 23 d'octubre de 2014
CRÍTiCA: Sister Act
A Sister Act se va –como
proclaman Andreu y Whoopi– a pasar el rato. Un buen rato. Un rato de pura
desconexión. Hasta el presidente Mas (“El atribulado”) se acercó al Tívoli para
evadirse de la realidad que crece en las calles como bola de nieve. Dentro del
teatro, un refugio de entretenimiento. La música de Alan Menken se inspira en
el estilo del Philadelphia Sound, la música disco y el R&B de finales de
los setenta. La banda sonora de la trastienda del Studio 54, el camerino de los
sueños de una starlette que quisiera
ser Patti Labelle. Suena como… sin exigirle al público un documentado viaje al
pasado. La tentación del silencio vibrador del whastapp y el brillo de la pantalla son demasiado grandes. Este es
el cambio más importante respecto a la película: homenaje a la Motown y los
años sesenta. El libreto adaptado de Xavier Cassadó sigue con fidelidad la
trama original sin que importe el anacronismo de los guiños locales. ¿Quién
dice que en Filadelfia no conocen a Gracita Morales y Sor Citroën? Si el espectador se ríe, todo vale.
En el reparto, sorpresas. Ya sabemos que Àngels Gonyalos (madre
superiora) es nuestra estrella de los musicales, que no podían fallar con la
protagonista Mireia Mambo Boneke (arrolladora Deloris van Cartier) y que Sílvia
Abril es una gran comedianta. Hasta que aquí todo es previsible. Menos lo es
que Fermí Reixach (monseñor) se destape como un show-man roba-escenas, y que los malos malotes de la historia
(Curtis y sus tres secuaces) se marquen dos fantásticos números con auténtico
alma funky. Un tipo peligroso
(Enrique Sequero) y tres hermanos Dalton (Antonio Curros, Ramón Balasch,
Gerard Mínguez). Dos homenajes a Barry White y los Bee Gees con las mejores
letras de todo el musical.
Una fiesta de monjas y monaguillos traviesos que en su último tramo se
desmelena del todo para transformarse en una catedral del kitsch. ¿Han visto
alguna vez esas vírgenes de plástico con pintura fluorescente? Pues aquí sale
en tamaño de buda gigante. Y antes que nos hayamos recuperado del impacto la
cubren de espejuelos como un tótem disco-fever,
o una versión glam-hortera de la calavera de Damien Hirst. In-des-crip-ti-ble.
La demostración final que Sister Act
es una pequeña gamberrada, mucho menos convencional que su versión
cinematográfica. Anatema light para
todos los públicos.
Y dirán, ¿por qué no es el mejor musical de la cartelera? Porque después
de tantos años y tantas escuelas dedicadas al musical es imposible conseguir la
conjunción perfecta que exige el género: excelencia en baile, canto e
interpretación. Fíjense si no en la sosería del poli enamorado y otros
deslices.
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