CRÍTIQUES

VALORACIÓ
7
Un Rothko nada abstracto
Publicat el: 15 de gener de 2022
CRÍTiCA: Red
En la Tate Modern se exhiben en una misma sala nueve telas de Mark Rothko. Obras destinadas en su día a decorar el restaurante Four Seasons, pensado por Philip Johnson como un templo del diseño y el arte del Nueva York de 1959. Monumento a la modernidad, el poder y el lujo en el edificio Seagram de Mies van der Rohe. Encargo extraordinario por su envergadura, minuta y sobre todo por la decisión de Rothko de renunciar en el último momento a compartirlas con los comensales millonarios.
A partir de este episodio biográfico, John Logan, laureado guionista y autor teatral, estrena en 2009 Red, su pieza dramática más aplaudida. Uno de esos textos que confieren respetabilidad ante público y crítica. Reflexiones y contradicciones sobre el arte y su trascendencia y la fragilidad del dogma. Relaciones de poder, conflicto generacional y pulsiones freudianas (el edípico “matar al padre”). Todo servido con la excelencia tranquila del teatro ajeno a las turbaciones formales de la contemporaneidad. Una pieza sobre un referente del expresionismo abstracto presentado como un perfecto lienzo figurativo. Apetecible vehículo de lucimiento para dos actores y un placebo de inteligencia para el espectador.
El encuentro entre Rothko (Lluís Soler) y su asistente (Ferran Vilajosana) en el escenario único del estudio del pintor. Lugar para observar cómo evoluciona durante dos años la relación entre discípulo y maestro; casi rabínica, como señala Billington en su crítica del estreno en Londres. Guido Torlonia, que se maneja bien en la ficción de personajes reales, sigue con fidelidad las acotaciones de Logan, como la catártica coreografía de la única acción de pintar de toda la obra. Pero también hay decisiones personales, como convertir al público en el principal destinatario del ejercicio de contemplar que recorre Red como un leitmotiv. Humanizar aún más la peculiar relación de Rothko con sus cuadros. Sus criaturas. Soler incorpora con autoridad -como si no- la mayestática y narcisista figura del pintor. Un demiurgo de sentencias. Frente a él, Ken, el inocente asistente que crecerá hasta erigirse en su némesis. Vilajosana crece con su personaje hasta convencernos que posee la fortaleza dialéctica para vencer al gigante en su propio terreno.
Otra diferencia es subrayar la iridiscencia intangible que desprende la obra de Rothko. Pasar de la tela a las proyecciones diseñadas por Joan Rodón, que alcanzan especial relevancia en el lienzo que cierra el montaje. Una mancha rojiza de luz batiente flotando en la oscuridad.
CRÍTIQUES RELACIONADES / Red
TÍTOL CRÍTiCA: L’eterna vanitat de l’artista
PER: Pep Vila

VALORACiÓ
7
TÍTOL CRÍTiCA: Abans que el negre es mengi el vermell
PER: Ramon Oliver

VALORACiÓ
8
TÍTOL CRÍTiCA: Interessant dissecció de l’art
PER: Jordi Bordes

VALORACiÓ
8
TÍTOL CRÍTiCA: Esto no es otro biopic de artista
PER: Gabriel Sevilla

VALORACiÓ
8