CRÍTIQUES

VALORACIÓ
8
Arquitecto de atósferas
Publicat el: 18 de gener de 2015
CRÍTiCA: Nippon-Koku. Compañía Nacional de Danza
La Compañía Nacional de Danza, (CND), volvía a Barcelona para bailar Nippon-Koku, la coreografía que Marcos Morau, director de La
Veronal, ha creado para esta formación.
El vestíbulo del Mercat de les Flors era una hervidero de comentarios, la expectación era grande. Los largos y
calurosos aplausos que tras la función recibieron coreógrafo y bailares fueron
la prueba del éxito de esta colaboración. Morau había cumplido las
expectativas, Una pesada carga la de ser
el coreógrafo del momento.
Nippon-Koku es un depurado trabajo de teatro-danza en el que abundan los fragmentos brillantes que se intercalan
con otros más planos y reiterativos a nivel coreográfico. Es una pieza que
destila belleza y violencia soterrada. En la atmósfera creada por el autor
conviven estas dos emociones, que
derivan en una angustia asfixiante que ahoga a los protagonistas y al espectador, angustia que enfatiza la estética
fascista de la obra. Únicamente la visión de caída de la nieve y el lento paseo
de una geisha en la lejanía, dan un respiro al corazón del público.
Esta obra, que tiene como referencia el Japón perdedor de la Segunda
Guerra Mundial y que plantea preguntan sobre el poder, el papel del vencedor y
el vencido y el valor del suicidio heroico,
es interpretada por once bailarines de la CND, entre los que destaca la
magnífica bailarina japonesa, Tamako
Akiyama, que se convierte en la protagonista de la pieza y quien recita textos en su lengua nativa. Su
delgado cuerpo es un grito de desesperación e impotencia. Al comienzo del
espectáculo se ve una larga soga colgada preparada para un ahorcamiento y a un grupo de militares sentados en un salón,
un gran cristal les separa de otro
militar, que fuera, lanza gritos de
desesperación. El fuerte tono de un teléfono que no deja de sonar crispa el
ambiente. Más tarde los militares se mezclan en una danza en busca del dominio
de uno sobre el otro. El vocabulario
coreográfico usado por Marcos encierra el gesto distorsionado y marcial, en
ocasiones epiléptico. La rica frase coreográfica se intercala con el gesto
cotidiano. Los pasos a dos a dos son intensos, el gesto es duro y contundente.
El trabajo coral exhibe una gran fuerza,
pero curiosamente el coreógrafo no abusa del baile en grupo, una lástima
disponiendo de unos excelentes bailarines como son los de la Compañía Nacional
de Danza.
Citar los mejores momentos de Nippon-Koku no es fácil, pero hay que
mencionar el fragmento del desfile militar al son de la pieza musical para
banda de Johnn Philip Sousa y el anuncio del bombardeo por la Armada Imperial
Japonesa contra la base naval de Pearl
Harbor en Estados Unidos con la música del Sueño
de Amor de Franz Liszt,
inolvidable.
Los textos de Yukio Mishima, la dramaturgia de Pablo Gisbert, la
escenografía de Enric Planas, las luces
de Albert Faura y el vestuario de David Delfín forman un adecuado todo para
recrear las emociones de Morau, quien muestra un excelente gusto a la hora de
elegir las músicas. La partitura de Nippon-Koku
es de Luis Miguel Cobo pero también incluye fragmentos de otros compositores
como J.O. Sousa, Hideo Osaka Esemble,
Haendel, Listz y los Pachos.
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