Con una noche de diferencia se han estrenado en el Grec dos
obras que nos recuerdan que estamos metidos en una crisis sistémica que
cuestiona valores colectivos y un estado del bienestar que pensábamos que
habíamos conquistado de aquí a la eternidad. Si Bartolomé encadenado es un texto que por respeto a la figura y
legado de José Sanchis Sinisterra no abriremos en canal –como por otra parte se
merece por el cúmulo de lugares comunes que exhibe–, Nerium Park de Josep Maria Miró es un drama que desde la intimidad
de una pareja recién instalada en una urbanización desertizada por la crisis nos
muestra, con la crudeza de lo cotidiano y normal, la degradación general a la que
nos enfrentamos. Degradación de los espacios de la avaricia, degradación
psíquica de los individuos incapaces de enfrentarse a su anulación como fuerza
de trabajo, degradación de los sentimientos compartidos cuando sólo dicta su
ley el miedo en cualquiera de sus manifestaciones. El texto –al que quizá sólo
le sobra un final demasiado sometido a la estructura circular de la obra– es
una brillante denuncia. Teatro político hecho desde la emoción de una
normalidad amenazada. Ojalá se vea en temporada y no agote su vida escénica
deambulando por los festivales. Hay necesidad de textos tan serios y sentidos.
Mucho mejor, efectiva y útil que una soflama de yayo-flauta.