Did, Vi y Rose son amigas. De las de verdad. De esa especie tan difícil de encontrar que, según Kurt Cobain, lo sigue siendo pese a saberlo todo sobre ti. De esas personas que si no te entienden fingen entenderte. Que en el fondo te apoyan hagas lo que hagas. Que se enfadan pero al final vuelven, por más distancia, tiempo, o diferencias que os separen.

Marta Marco, Cristina Genebat y Clara Segura son amigas. En escena y en la realidad. Su química es evidente, pero no por ello su trabajo es menos elogiable. En primer lugar porque sus personajes se someten en cada función a una bestial aceleración del tiempo, desde que se conocen al inicio de la universidad hasta la madurez ya entrada. Pero también por la cantidad de emociones a las que se enfrentan. El texto de Amelia Bullmore les ofrece tres personajes muy distintos, tópicos incluso. Y eso es lo que les da juego al principio, lo que crea confusiones, enfados y reconciliaciones entre comicidad, juventud y energía. Pero el tiempo transcurre y los sucesos van explotando. Las situaciones cambian, las responsabilidades aumentan y la tragedia también las alcanza. En definitiva, la vida pasa. Y ellas sorprenden con una evolución de naturalidad encomiable.

Sílvia Munt vuelve a dirigir una puesta en escena austera, centrada en el trabajo actoral. Con un uso casi narrativo de las luces, la música y las proyecciones. Casi dos horas de función que observamos desde la penumbra, con la curiosidad del que observa y con la nostalgia del que se reconoce en lo que ve. Ahí es donde recae el acierto de la pieza. En su carácter sencillo, anecdótico y por ello lleno de vida.