El paso por el festival Grec del creador circense francés Yoann Bourgeois dejó huella con Minuit (2018) y la más reciente y espléndida Celui qui tombe (2023), con seis acróbatas-bailarines desafiando la gravedad sobre una plataforma inclinada. Las imágenes de los artistas suspendidos de la estructura sujetados solo por sus manos y sus trepidantes equilibrios y desequilibrios perduran en el recuerdo. Parecía, pues, una buena idea inaugurar la nueva etapa del Grec capitaneada por Leticia Martín con una disciplina arrinconada en las programaciones de la mano de uno de los grandes nombres del circo contemporáneo europeo. La propuesta consistió en llevar a escena y darle un giro circense al último trabajo de la cantante, compositora y música francesa Pomme (Claire Isabelle Geo Pommet). Una voz angelical, deliciosa, que sobrevoló el Teatre Grec acompañada de un excelente cuarteto de cuerda.

El disco, titulado Saisons y lanzado en marzo del 2024, recorre con preciosas melodías las estaciones del año y el tránsito por ellas de un personaje y su relación con la naturaleza. Pomme habla de un primer amor que, tras estallar en verano, desaparece y migra como las aves al llegar el invierno; del tiempo de las flores, de las ansias de volar como los pájaros salvajes, de las Perseidas y las constelaciones, de las cascadas y ríos sagrados… Habla de que todo comenzará de nuevo; todo desaparecerá, volverá y sobrevivirá. Letras poéticas y muy sencillas. Lástima que las proyecciones con la traducción solo eran visibles desde la zona central; se podrían haber puesto también en los laterales para cubrir todo el arco del público.

Delicada poética

Yoann, su hermana Marie (una de las bailarinas presentes en escena) y Pomme han concebido un espectáculo poético, delicado, pausado y con bellas estampas, aunque se echa de menos la brillantez de los montajes anteriores de Bourgeois. En la amalgama de música, danza, movimiento y alguna acrobacia, faltó ritmo en la conexión de escenas, vértigo, imaginación, riesgo… Y una mayor presencia y variedad de técnicas circenses en un espectáculo titulado Le petit cirque, que, aunque inicialmente podía atrapar a los más pequeños, a quienes también iba destinado, resultó excesivamente repetitivo y con pocas sorpresas para mantener la atención de los críos.

Domina el escenario una plataforma circular giratoria cual pista de circo, con una puerta de entrada que se transforma en pantalla para juegos de sombras y una estructura en lo alto donde se ubica el cuarteto musical. Todas las participantes son mujeres, también las bailarinas acróbatas que desafían la gravedad sobre la estructura. De nuevo, Bourgeois explora con los movimientos y la danza el concepto de desequilibrio sobre un dispositivo que con sus giros amplifica los fenómenos de la física y busca la capacidad de las artistas para mantenerse en pie o simular querer volar, como dice una de las canciones. Hay algunas acrobacias aéreas, como cuando desciende de las alturas una criatura emplumada que arroja confeti a modo de copos de nieve o el ejercicio de dos artistas sobre una estructura de balanzas. Y falla un final sin clímax que dejó al público sin saber bien el momento de los aplausos.

Hay elementos visuales de gran belleza como cuando al llegar el otoño caen las hojas en imágenes proyectadas sobre una gran tela transparente que cubre el escenario, o los juegos de sombras –que serían mejor perceptibles en espacios más pequeños-. Los creadores han llegado a este estreno mundial muy justos y, a buen seguro, el espectáculo alzará el vuelo con más rodaje.