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Cuando éramos felices… antes de la era del selfie
Publicat el: 6 de juliol de 2025
CRÍTiCA: Hammer. GöteborgsOperans Danskompani
El martillo (Hammer) de Alexander Ekman (Estocolmo, 1984) ha dejado huella en el público del Liceu, que ha asistido a una experiencia artística memorable. Tras cautivar al personal la pasada temporada con la espléndida Midsummer night’s dream, el artista sueco, uno de los más interesantes, innovadores y reconocidos coreógrafos del momento, ha vuelto al coliseo de la Rambla con una aclamada producción estrenada en el 2022. Un festín para todos los sentidos. “Amazing!”, exclamaban dos espectadoras extranjeras tras la exhibición de los 28 bailarines de la prestigiosa GöteborgsOperans Danskompani, con sede en la Ópera de Gotemburgo, que debutaba en el escenario barcelonés. Ekman concibió Hammer con una doble intención: divertir y golpear conciencias con un retrato de la deriva de esta humanidad individualista devorada por las pantallas y los egos. Lo cumple de manera mayúscula con un trabajo explosivo e impactante, cargado de energía, humor, talento y sentido. La dramaturgia, que firma Carina Nildalen, se entiende perfectamente. Un mensaje sencillo, claro y conocido. Y ya es mérito en una disciplina que, en cuestión de comprensión, acostumbra a ponérselo muy difícil al público. A todo ello se suma la estupenda y potente música de Mikael Karlsson, habitual colaborador de Ekman que también ha trabajado con artistas como Alicia Keys y Lykke Li, y la creativa iluminación de Joakim Brink.
Del altruismo al individualismo
El primer y brillante cuadro coreográfico dibuja a una comunidad ordenada y disciplinada: todos a una, los bailarines avanzan y cruzan el escenario como una masa uniforme, con movimientos de precisión suiza. Son 30 minutos de perfecta sincronización grupal que dan paso a una explosión de libertad, colorido, alegría y felicidad. Es la imagen de una sociedad altruista y solidaria inspirada en las comunidades hippies. Los vemos felices y desinhibidos colaborando juntos. Se aman, juegan y se ayudan. Cuando un bailarín va a caer, otro lo sujeta. Se divierten, y el público también. El apoteósico final del primer acto marca el drástico cambio a la sociedad de hoy. Los artistas saltan a la platea y cabalgan sobre las butacas sin perder el equilibrio. Interaccionan con los espectadores y les preguntan si quieren hacerse un selfie con ellos. Y aceptan encantados, claro. Son momentos que acercan la producción a los conciertos de pop, un sentido del espectáculo y una energía que a Ekman le gusta incluir en su hoja de ruta. Lo dice claro y alto: los creadores no están para aburrir al público. Con él, la diversión está asegurada.
Esa vibrante ruptura de la cuarta pared marca la transición hacia nuestra era digital, dominada por el egocentrismo, el individualismo, la obsesión por la imagen y las apariencias. El martillo, presente colgado de una pared, ha destrozado los lazos colectivos. Se han perdido los valores solidarios y reina la competitividad, la ley del más fuerte, el disfrute instantáneo y sin esfuerzo, la superficialidad… Los bailarines aparecen ahora aislados en sus burbujas, algunos encerrados en enormes cámaras fotográficas. El colorido vestuario –con algunas prendas muy originales- del primer acto da paso al negro y las sonrisas desaparecen. Asoman rostros amargos, tensos y crispados; actitudes iracundas, peleas… “I am, I am, I am (yo soy, yo soy, yo soy…)”, repiten atrapados en sus egos.
Circo televisivo
La crítica se extiende al circo televisivo; al consumo de un exhibicionismo desmedido, que se muestra con la hilarante y esperpéntica escena teatral de un realityshow. Ekman se atreve con todo y la fusión de géneros le funciona. Vivimos pendientes de crear nuestras propias películas y mostrarlas. ¿Pero qué queda de la realidad?, se pregunta el coreógrafo, que parece dispuesto a darnos otra oportunidad. O quizá no. Al final vuelve al origen, a la disciplina comunitaria, repitiendo el excelente ballet del inicio. Eso sí, asoma exhibiéndose una sensual figura con el rostro de una gatita. Y vuelve el martillo amenazante. Amazing!
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