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Nunca olvides lo que eres
Publicat el: 27 de febrer de 2018
CRÍTiCA: Cyrano
Nunca olvides qué eres, porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil. Úsalo como armadura y nadie podrá utilizarlo para herirte. Esta es la frase en forma de consejo que Tyrion
Lannister le (nos) regala a Jon Snow. Para que sea de Cyrano, solo le falta el
verso.
El equipo de Terra
baixa vuelve a unirse en este montaje en el que sí, esta vez hay más de un
actor. Aunque Lluís Homar sigue
siendo el protagonista. Con este punto de gran hombre, inteligente, perspicaz y
lleno de nobleza, cómplice con sus amigos y eficiente para vencer a sus enemigos.
Cyrano es un clamo por la dignidad de lo imperfecto, por el honor, por la buena
consciencia que tanto nos falta. Por todas aquellas cosas bien hechas y que
rozan la frontera entre el heroísmo y el “de bueno, tonto”.
Pau Miró dirige
con una puesta austera que huye del realismo. Todo ocurre en una sala de entrenamiento
de esgrima en la que todos los personajes visten con uniforme y utilizan las
espadas. También el femenino. Pese a no poder salirse de un texto que no le da
demasiado poder a la mujer, Aina Sánchez
huye del estereotipo sumiso y consigue crear una Roxane valiente, inteligente y
con fuerza. Y sí, ella también lleva espada.
La iluminación fría y dura de Xavier Albertí y David
Bofarull y la escenografía de Lluc Castells le dan un toque intimista, con voluntad de llegar
a la esencia de los conceptos y las emociones. Y esto se mantiene hasta el
final, con sabor a epopeya y marcado por la simpleza y la elegancia. Con el
buen gusto de los enanos, los bastardos y los narizudos admirables.
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