CRÍTIQUES

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9
La emoción de la verdad de Claudia
Publicat el: 10 d'agost de 2016
CRÍTiCA: Claudia
La
verdad es el mejor catalizador para despertar profundas emociones entre los
espectadores que han firmado ese contrato mágico de compartir la ficción del
teatro. La gran mentira consentida. Una opción como el teatro documental –al
que se ha entregado con comprometida pasión La Conquesta del Pol Sud– basado en
la frialdad del dato, el archivo, el testimonio, guarda en sus mejores ejemplos
la paradoja de desarmar al público al punto de que las lágrimas brotan libres en
el disimulo de la oscuridad. Un manantial de empatía precedido por un silencio
que es un abrazo de profunda atención.
Esa
es la reacción que produce el relato de Claudia Victoria Poblete Hlaczik,
nacida en Buenos Aires en 1978, arrebatada a sus padres, secuestrados,
torturados y desaparecidos por la la dictadura militar, y apropiada por una
familia afecta al régimen. Hasta los 22 años se llamó Mercedes Landa. En 2001,
después de una prueba de ADN concluyente, fue la primera de los niños
“apropiados” que testificó ante un tribunal contra sus padres adoptivos. Con su
declaración cambió la historia de silencio de Argentina.
Pero
Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer (La Conquesta del Pol Sud) no se
limitan a montar una dramaturgia de apoyo al testimonio real y presente de
Claudia. Entrelazada con su propia investigación sobre el terreno y sus
respectivas biografías, Claudia es
también es una compleja reflexión sobre cómo se construye una identidad,
individual y colectiva. Uno de los momentos claves de este imprescindible
montaje es la evolución de la protagonista de Mercedes a Claudia, sobre todo el
periodo donde inevitablemente tienen que convivir ambas identidades.
Ella
–que presenta su caso con una espectacular sencillez, evitando siempre el
personaje y el drama, el simulacro de aparecer como una actriz– no oculta que
el proceso no acabará nunca, que el ser humano no puede desprenderse de
emociones positivas tatuadas en la infancia, aunque después, destapada la cruel
farsa, sean dolorosas; de que es posible crear vínculos con personas cuyo recuerdo
más vivo son unas fotografías; de que una fotografía nunca dará toda la
información sobre cómo es y actúa una persona.
Con
una puesta en escena que usa el vídeo con una delicadeza poética (con una
construcción escenográfica ajustada a lo necesario) y contextualiza el relato
veraz con la información colectiva suficiente para situar la historia personal
en la magnitud trágica de la Historia, este espectáculo –segunda parte de una
trilogía que iniciaron con Nadia– es
una propuesta imprescindible: no solo por el valor del testimonio, también por
la enorme calidad con la que se han trabajado los archivos documentales y los
elementos teatrales. Una creación que sólo se puede aplaudir con toda la
emoción de la excelencia entregada a la verdad.
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