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7
¿Don bailó bajo la lluvia?
Publicat el: 4 d'octubre de 2021
CRÍTiCA: Cantando bajo la lluvia
Una producción local de Cantando bajo la lluvia. Reverencia sombrero en mano ante la marquesina iluminada del Teatre Tívoli. Respeto a los valientes cuando la platea sigue ocupada por enmascarados. Un musical mítico de 1952 que en los ochenta del siglo pasado se adaptó para la escena en Londres con la sabiduría artística de no competir en grandilocuencia hollywoodiense. En el teatro se celebran canciones eternas, coreografías aladas y una historia hilarante sobre el nacimiento del cine sonoro. Y un cuento romántico.
Si la reposición de 2011 del festival de Chichester se toma como la medida, la lujosa del Châtelet de Robert Carsen estaría muy por encima y ésta de Nostromo Live algo por debajo. A pesar de que Chichester produce espectáculos asumibles, en el Tívoli asoman dolosas las limitaciones crematísticas ante un elenco ajustado al límite que deja algunas escenas tiritando. En cambio, se ha invertido con tino en la puesta en escena. Las proyecciones se usan con brillantez y Enric Planas ha diseñado un decorado de un estilizado art decó que soluciona con elegancia todos los escenarios. El vestuario de Míriam Compte desconcierta por su dispersión estética. Todo entra, desde un tributo a Cyd Charisse a un cameo de Edith Head. Impecables los arreglos musicales de Manu Guix, añadiendo swing y jazz donde no llega la gran orquesta que no tiene. Perfectos para acompañar un conjunto de buenas voces, entre las que sobresale Diana Roig (Kathy Selden), aunque su personaje se vea eclipsado por una pareja de robaescenas: Ricky Mata (Cosmo Brown), un todoterreno capaz de autoparodiarse, y Mireia Portas (Lina Lamont), la estrella de la función. Hay que tener algo especial para convertir “What’s wrong with me” en el showstopper. Si hay un productor que esté pensando en montar ¿Victor o Victoria? ya tiene a su Norma Cassidy.
Aunque se tutea con el montaje inglés, la dirección de Àngel Llàcer -con cameo- tiene personalidad propia, aunque no siempre mejora el referente. Abusa de la ocurrencia chusca, verbal y visual. Un horror vacui cómico. Los personajes secundarios son caricatos y algunos números entran en deriva “molinera” hasta hacer crujir la frescura original, como en “Good Morning” y su pasarela al estilo Mel Brooks. Igual que “Beautiful girl”: Ziegfeld desclasado al burlesque fino de Mrs Henderson. Y lo más preocupante es que a veces todo este viraje al varieté sólo sirve para encubrir que su Don Lockwood no es el bailarín excelso que necesita el papel. Ivan Labanda tiene planta y canta con estilo, pero no es Adam Cooper o Dan Burton, sus émulos de Londres y París. Que es un problema asumido es evidente cuando el esperado solo de “Singin’ in the rain” se recicla en una coreografía de conjunto entre un bosque de farolas que impiden cualquier exhibición virtuosa. Un protagonista protegido del recuerdo de Gene Kelly. La lluvia es real y moja. No así la explosión física y emocional de un hombre volando sobre los charcos.
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