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Capçalera Guineueta Astuta Ok
Imma Fernández
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8

ANAR A FiTXA DE L’OBRA

Festín musical y animalista en un bosque plateado

Publicat el: 27 de setembre de 2025

CRÍTiCA: La guineueta astuta

El Teatre Liceu sigue abriéndose a nuevas aventuras. Tras cerrar el curso con el exitoso concierto de West Side Story, sube el telón de la temporada con una fábula que, por primera vez, se estrena en el original idioma checo y que solo se representó durante cinco funciones en el 2001, en inglés. La ópera de Leos Janácek, de bellísima y rica partitura, encajaba bien en un estreno abarrotado de personalidades políticas y empresariales, poco habituales en las largas veladas líricas. Apenas dura hora y 40 minutos y de un tirón, lo que puede verse también como un buen gancho para atraer nuevos públicos.

Había expectación por ver la producción del australiano Barrie Kosky que encandiló en el 2016 con su innovadora propuesta de La flauta mágica, con vídeocreaciones y una estética de cine mudo fascinante. Esta vez la carga imaginativa ha tenido menor peso en una puesta en escena con algunas pinceladas hilarantes y cabareteras y una muy hermosa y elegante escenografía. Un eficaz juego de telones plateados recrean el bosque bajo la mágica  iluminación de Franck Evin.

Basado en un cómic de Rudolf Tesnohlidek, el libreto del propio Janácek explora las relaciones entre animales y humanos, y el ciclo de la vida y de la naturaleza a través de las correrías de una pequeña zorra. Aunque prescinde de máscaras o disfraces diferenciadores (exceptuando las gallinas), lo que facilitaría la trama, la propuesta de Kosky acentúa el espíritu animalista original y de alguna manera  iguala a todos los seres vivos. Las criaturas salvajes, guiadas por sus instintos de supervivencia y libertad, se distinguen por su colorido e informal vestuario –quien lo firma, Victoria Behr, se podría haber lucido más-, frente a unos humanos vestidos de negro. Así, oscuras y melancólicas, son las vidas de los tres hombres en escena -el guardabosques, el rector y el maestro-, enamorados de la misma mujer, Terynka. Aparecen estáticos, cual muertos en vida, y encerrados en sus ‘madrigueras’. Durante gran parte de la obra asoman, cual prisioneros de sus sombrías existencias, en unos fosos por donde, en contraposición, salen los animalillos a corretear felices y libres por el bosque.

Deliciosa partitura

La orquesta defendió muy bien la deliciosa partitura bajo la solvente batuta de Josep Pos, aunque en algún momento el elevado volumen tapó las voces. En el reparto triunfó el trío protagonista, empezando por la soprano rusa Elena Tsallagova. Brilló tanto en la ejecución vocal como en el dibujo del personaje principal: la vivaracha, tierna y juguetona zorrita Bystrouska. El excelente barítono sueco Petter Matei estuvo a la altura con su gran presencia y voz como apesadumbrado guadabosques. Y la mezzo irlandesa Paula Murrihy firmó un excelente trabajo en la piel del arrebatado zorro, componiendo junto a su enamorada zorrita un dueto entrañable, regalándonos los momentos más tiernos y emotivos.

Kosky le pone chispa a su relación con una cortina de rojo pasión y una divertida revuelta de piernas cabareteras; un cuadro alusivo a la procreación. Antes, el momento más hilarante del montaje sucede en el gallinero, donde la zorrita causa una auténtica escabechina. Tras esta aparece un pobre polluelo aún por acabar de salir de su cascarón buscando a su mamá entre despedazados cadáveres amarillos.

Se agradecen esos toques de comicidad y music-hall en una fábula de poso nostálgico y hondura filosófica. Janacek, ya septuagenario y en su etapa final cuando compuso la ópera, estrenada en 1924, veía reflejado en los personajes de Terinka y la zorrita su amor platónico por la joven Kamila Stosslová. Quiso el compositor que la última escena fuera interpretada en su funeral, apenas cuatro años después. Una escena, y una historia, en la que la muerte deja paso a la vida en su ciclo natural. Estupendo comienzo para el nuevo ciclo del Liceu.

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