La compañía Marie de Jongh consigue
en sus montajes dos cosas extraordinarias. La primera, romper tabús en
espectáculos para todos los públicos uniendo el mundo infantil con el adulto.
Después de tratar la homosexualidad en Amour,
su penúltima gran obra maestra, su nuevo montaje Estrella habla del duelo. La madre de la pequeña protagonista está
enferma y su muerte lleva a la niña y a su padre a una difícil situación de dejadez
marcada por el alcohol y la violencia. Y sí, todo desde una emotividad perfectamente
apta para todos los públicos, sin ocultar los temas complejos pero tratándolos
con suma sencillez y delicadeza.

Ahí radica el segundo acierto de la compañía: el cómo. Anduriña Zurutuza, Javier Renobales, Ana Meabe y Ana Martínez no sólo se
expresan con la máxima claridad detrás de las máscaras y sin una sola palabra, sino
que bajo la dirección de Jokin Eregui
interactúan con recursos escénicos de gran belleza estética y potencia narrativa.
Los códigos se marcan desde el principio y la comprensión es inmediata: No hace
falta ir hasta el piano para tocar música, basta con que las emotivas melodías de
Iñaki Salvador suenen cuando
se abre la partitura. Se puede emular la embriaguez con un simple movimiento de
cortinas. Un metrónomo marca el compás, pero también el paso del tiempo.
Y es posible crecer bailando con el propio reflejo.

Sin embargo, en comparación con Amour,
el espacio de Estrella –también de Elisa Sanz– pierde algunos de los
matices más artesanales. En el primer montaje, los propios personajes lo
transforman entre escenas, provocando un efecto sorprendente y sin cortar el
ritmo. En Estrella los cambios son
mucho menores, más lentos y menos sorprendentes. En esta ocasión, además, la compañía
ha introducido las proyecciones audiovisuales, un recurso mucho más obvio y
menos imaginativo en una trama menos desarrollada que en su anterior producción.

Con todo, Estrella tiene momentos
preciosos y de una extrema sensibilidad. Y sobre todo un contenido valiente y
comprometido, en el que niño y adulto dialogan sobre las mismas inquietudes. Un espectáculo recomendable para todas las edades de una compañía que se atreve a romper la pared de la sobreprotección emocional.