CRÍTIQUES

VALORACIÓ
7
Visibilidad por encima de la trama
Publicat el: 29 de juliol de 2017
CRÍTiCA: Cine. La tristura
Hay montajes que sirven para
explicar historias, y hay otros que dan visibilidad a unos hechos. Aunque a
prioiri no lo parezca, Cine está en
el segundo grupo. Y es que esta no es la historia de un niño robado, sino una
forma de divulgar los 300.000 robos humanos que se calcula que hubo en España
durante la dictadura y, lo que es aún más alarmante, durante los primeros años
de la democracia. Un tema del que poco se ha hablado y que tenemos más cercano
de lo que nos parece.
Basado en hechos reales, en este
montaje se presenta un personaje que descubre que su adopción fue en realidad
un robo y que decide emprender un viaje en busca de sus orígenes. Poco más en
cuanto a trama, ya que los madrileños La
Tristura cortan la historia al primer giro dramático, sin cerrar nada y
dejando un sabor a ausencia, a final inacabado.
Más que al avance de la trama, la
compañía presta atención a la forma y a la poética, empezando por dar al
público cascos desde los que escucha la obra y los efectos sonoros. Mientras,
los actores, equipados con micrófonos, aparecen en el escenario alejados del
público por un cristal, que a su vez sirve de pantalla cuando es necesario. También
en ese camino se encuentra la intervención a escena de 5 niños, como
últimamente han hecho los valencianos El
Pont Flotant, que aporta aquí un
beneficio más estético (y presumiblemente enternecedor) que dramatúrgico.
La puesta en escena es realmente
bella, encabezada por una preciosa tira de luces colgada del cielo, y que tanto
simboliza las conexiones neuronales, como las sociales o las planetarias. Y es
que todos estamos unidos por una serie de acontecimientos de los que muchas
veces ni siquiera tenemos conocimiento. El conjunto queda complementado por una
voz en off que nos da las claves metafóricas y nos plantea reflexiones en torno
a la búsqueda, a las decisiones tomadas y a como estas son capaces de (re)construirnos.
Se nota que el protagonista, el
cantautor Pablo Und Destruktion,
no es actor. Pero lo que a él le falta interpretativamente lo suple la bestia escénica
que es Fernanda Orazi, espléndida en
la encarnación con naturalidad de tres papeles muy diferentes. Les acompaña una
tierna Itsaso Arana, ideóloga
y creadora del espectáculo junto a Celso
Giménez, cuyo personaje se convierte en el principal reclamo de la trama.
Termina la obra con una sensación
agridulce, entre la conmoción y la falta de explicaciones. Estaría bien una
escena más, un epílogo sobre el resultado del viaje, un cierre de los varios
frentes abiertos. Y aun así, sabemos que hemos visto un montaje bonito, tierno
y con un planteamiento necesario.
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