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8
El mejor teatro europeo de casa nostra
Publicat el: 30 d'abril de 2017
CRÍTiCA: Ivànov
No, no iba a ver Ivànov, iba a ver un Rigola y me encontré con la esencia de los dos. El pusilánime personaje maravillosamente interpretado por Joan Carreras y la mejor cara de los montajes de Rigola. Cada vez más cercanos al teatro alemán contemporáneo, con una clara influencia de maestros como Ostermaier, el montaje es una pasarela de animales humanos heridos bañada por áurea de naturalismo interpretativo y en el uso del lenguaje que pone los pelos de punta.
Lo que se podría quedar en una gamberrada superflua made in Rigola, en los últimos veinte minutos cuando todo estalla, todo cobra un sentido más allá de lo se muestra. Leer entre líneas es imprescindible para sacarle todo el jugo al montaje. Desde la metáfora de las copias de uno mismo, los gatos dorados de la buena suerte que parece que no le ha acompañado a la gran esperanza blanca, Ivànov, que aparentemente lo tenía todo de cara para ser el triunfador de sus comunidad y que pasa las horas entre lloros por lo que podía haber sido y el “cuidado” de su mujer enferma.
Pero Rigola no ha dejado toda la carne en el asador de Ivànov sino que ha dibujado con detalles precisos las dos mujeres que más influencia tienen en la vida de nuestros antihéroe. Magistrales su mujer, Sara Espígul y su inocente y eterna enamorada, Vicky Luengo. Rigola se olvida de personajes juega una partida a muerte con el naturalismo, los personajes se llaman igual que sus actores, llevan su ropa y microfonados se hablan en la distancia, no hay roce, parece más bien una pantalla que una sala de teatro, de hecho la técnica se lleva consigo algún actor, cuya interpretación se queda más plana de lo que hubiera sido conveniente. Es lo que tiene tener que actuar sin teatralidad, con un escaso conflicto visible, el sobre esfuerzo actoral es enorme. (…)
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