El síndrome de la rana hervida se basa en la idea de que, si la temperatura
aumenta de forma muy progresiva, una rana dentro de un cazo acabará muerta sin
advertir peligro alguno. La protagonista de esta obra es una rana hervida. Y
nosotros, los espectadores, también.

En el monólogo del dramaturgo británico Dennis Kelly, una risueña y carismática mujer cuenta
algunos episodios de su vida y de su relación con el padre de sus hijos. En el
relato se intercalan algunos flahsbacks en los que se la ve actuar con estos
últimos, una niña y un niño que reclaman la atención de su madre mientras ella limpia
o cocina. A medida que la trama avanza, los diferentes giros inesperados suben
la temperatura hasta llegar a consecuencias insospechadas. Y hasta aquí. Nenes i nens es una de esas obras que es
recomendable ver sin saber nada al respecto.

Joel Joan acierta con una
dirección minimalista y sin caer en el drama pese a la dureza de los hechos. En
escena solo una pantalla en la que se proyectan diferentes colores y una magnífica
actuación de Anna Sahún, que llena ella sola el escenario durante noventa
minutos y que conecta con el espectador desde el primer momento haciendo gala
de una personalidad abierta y extrovertida. Muy atinada es también la iluminación
de Ignasi Camprodon, con una intervención sencilla pero terriblemente
oportuna.

La protagonista nos guía y los espectadores la
seguimos sin tener ni idea de lo que nos espera. Incluso nos llega a advertir en
el último momento, invitándonos a salir si creemos que no podremos soportarlo.
Ninguno de los presentes se mueve. Ya no hay vuelta atrás y el sobrecogimiento final
nos acompañará durante días. En el teatro, pasar por la olla vale la pena: La
próxima vez que suba la temperatura fuera de bambalinas, quizá logremos estar
más atentos.