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CRÍTIQUES
Lazaro
Imma Fernández
PER: Imma Fernández

VALORACIÓ

8

ANAR A FiTXA DE L’OBRA ENLLAÇ EXTERN

Un Lazarillo con mucho flow

Publicat el: 17 de juny de 2021

CRÍTiCA: Lázaro

En su estreno teatral, el joven valenciano Roberto Hoyo –dramaturgo, director, actor y rapero- ha insuflado aire fresco a la cartelera trasladando las fortunas, peligros y adversidades de ‘El Lazarillo de Tormes’ al siglo XXI. Lo hace aprovechando la estética del hip hop –un lenguaje escénico muy potente- , con un dj (Marco Ferreira) que le acompaña en escena convertido en su mejor escudero. El resultado es una propuesta original y con mucho ‘flow’, muy atractiva para los espectadores más jóvenes y que mantiene un diálogo constante con el público y cierta improvisación. De la predisposición de los asistentes depende gran parte del éxito de esta aventura, muy ‘fresh’ en lenguaje y forma, que integra con gran acierto los recursos de la cultura hiphopera -break dance, rap- para armar un estimulante y fragmentado relato de supervivencia, de adaptación a las circunstancias, inspirado en el clásico.

Los amos a los que sirvió antaño el Lazarillo (el ciego, el fraile, el escudero….) los transforma Hoyo con muy buen criterio en un viejo ciego de alcohol, el ‘moro’, la ‘secreta’… El trasfondo es el mismo. Aquella crítica anónima surgida de la decadencia económica y el creciente malestar del siglo XVI tienen su perfecta traslación a la actual crisis y a su juventud más marginal. La vida es dura y hay que espabilarse, aunque sea a base de palizas y picaresca.

Litrona en mano –“con una tengo para tres funciones, si me bebo una entera me olvidaría del texto”, aclara Hoyo-, el protagonista despierta a la maldad del mundo, las drogas y los hurtos, y entre canciones, coreografías y ‘feed backs’ con la platea asistimos a su aprendizaje callejero. Nos enseña, por ejemplo, trucos de los carteristas y le pone humor –chistes y bromas- a las miserias del desgraciado Lázaro. La buena onda y carisma del intérprete –actor con muy buena dicción- facilita la empatía y comunión con los espectadores. Hay también rabia escénica en algunos pasajes, con influencia de ‘La haine’ (‘El odio’), el brutal retrato del cineasta Mathieu Kassovitz de muchachos marginales de los suburbios de París, ciudad en la que Hoyo completó su formación.

La música, como les sucede a muchos jóvenes sin rumbo, será el salvavidas de Lázaro, que dejará “de tener amo para ser el puto amo”. Es lo que ha conseguido también el veinteañero Hoyo con este primer y premiado trabajo. Ha encontrado su lugar en el mundo tras cargar, cuenta, con la etiqueta del “rarito” de la familia. Su intención como artista, dice parafraseando a su idolatrado Wajdi Mouawad, es alimentarse de la mierda del mundo e intentar descifrar su belleza. Lo deja claro en el nombre de su compañía, Leamok, que significa “mierda” en camboyano pero suena bonito. Mucha mierda, pues, para este joven talento. 

 

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