El buen teatro argentino contemporáneo –pongamos por caso Claudio Tolcachir–
se distingue por la precisa reproducción de la ambigüedad de los sentimientos
(no existen emociones puras; la vida es tragedia contaminada por la comedia o
viceversa) y la claridad con el que trabajan el concepto de “estar en el
escenario”. Estar en el personaje al 100 X 100 aunque sólo tenga estar ahí para
escuchar. Ser del todo consciente del “otro” personaje. Así se trabaja en La pols de Llàtzer Garcia; así trabajan Guillem
Motos, Laura López y Marta Aran en un nuevo éxito de la Sala Flyhard. Un
historial de producciones que impresiona tanto si estrena la compañía residente como las
invitadas. El texto es un afinado drama sobre el poder terapéutico del amor, sin
distinguir entre el sexual, el fraternal o el paternal. Es una obra sobre la
orfandad emocional, sobre la sordera sentimental adquirida, sobre la revelación
que supone encontrar finalmente esa persona con la compartir la vida y
encontrarle un sentido a la existencia.