La mesura del desordre

No encontrarás una crítica de danza académica, mi nivel de conocimiento solo da para escribir lo que me sugirió la pieza como espectadora. No entiendo de técnicas, estoy en proceso de aprendizaje de sentimientos, valga sea dicho de paso.Sin escenografía  con els escenario desnudo a voluntad de los bailarines, y sin una dramaturgia que siente las bases de algún entendimiento previo, la Mesura del desordre se convierte en piezas sueltas como si fueran ejercicios de improvisación. El nexo de unión puede ser la libertad. Si bien dice Thomas Hauert que su impulso es ir más allá de lo familiar, ponerle creatividad al asunto, quizás no me llegue para más que para ver cuerpos solos, dúos y grupales entrelazados. En alguno de los grupales la imaginación me llevó al Jardín de las Delicias del Bosco, más por un renacer vital que no sexual. En otros la omnipresente figura del líder emergía y sus súbditos parecían mirar de reojo a los espectadores, presentes pero con un papel de pared. (...)

La noche del marte, en el marco de la programación del Grec 2015, aterrizó en la Sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure la pieza, La mesura del desordre, una iniciativa que nace de la colaboración del coreógrafo y bailarín belga, Thomas Hauert y un grupo de bailarines y creadores afincados en Barcelona, que se han bautizado con el nombre Group LaBolsa. No se puede hablar de espectáculo sino de taller en proceso de creación. Algo discutible para programarse en el Festival de Verano, al igual que la elección del espacio escénico, que no pone en antecedentes al espectador de que se trata de un trabajo de laboratorio. Trabajo, que  con algunos meses más de investigación  alcanzará  el punto de madurez artística necesario para despertar la curiosidad del espectador. Ahora resulta monótono. Los siete miembros del  Group LaBolsa bailaron con una entrega absoluta. Su trabajo consiste en improvisar una danza  ante diferentes músicas y pasajes sonoros. Es una  pieza de carácter abstracto. En una escena desnuda,  siete bailarines, enfundados en un mallot color carne, realizan un trabajo intenso.  Cada uno de ellos tuvo su solo. Bailaron en grupo, en dúos y tríos. Formaron figuras escultóricas. Sin embargo el vocabulario gestual  utilizado resultó limitado, las frases  coreográficas fueron reiterativas, si bien se adivina que pueden llegar a desarrollarse pero necesitan más tiempo para qué surjan. A lo largo de los setenta minutos que dura la representación, hay momento, en que al espectador le viene a la memoria algunos  trabajos de Merce Cunningha a principio de los años de mil novecientos sesenta.  El público barcelonés recordará a Thomas Hauert por su trabajo From B to B, que interpretó con Àngels Margarit en el Grec de 2011, y qué dividió la opinión del público, no obstante este dúo ha obtenido un gran éxito en sus numerosas  actuaciones por los escenarios europeos. En esta ocasión  el trabajo de Hauert ha sido potenciar la creatividad y canalizar la energía del Group LaBolsa, formado por  Cecilia Colacrai, Mireia de Querol, Natalia Jiménez, Iris Heitzinger, Xavi Moreno, Federica Porello y Anna Rubirola, disciplinados artistas  con quienes firma también la coreografía.   

L'aventura de Thomas Hauert amb els ballarins de LaBolsa presenta un treball experimental, abstracte que es mou en dos codis principalment. Per una banda, hi ha una coreografia ràpida, de salts i ocupar grans espais buits i que procura que els cossos es freguin sense arribar-se a tocar, amb un control rígid en el desplegament dels braços. Per una altra banda, hi ha una voluntat de desordre, de contacte sinuós, sovint pel terra que indica la ruptura del temps mort. Per això, aquests ballarins, que sempre apareixen hieràtics amb o sense música (i encara que aquesta sigui festiva o no) poden assemblar-se a cossos univel3lulars que assagen formes més complexes químiques en els moments de desori. L'excepció que cofirma la regla és el darrer ball, festiu i divertit que insinua un final feliç i una evolució cientifica.Els codis de ball es mantenen en la  il·luminació, que també es mou per impactes, amb dissenys de llums canviants sense modulació. el blanc és l'equilibri (i el moviment incessant dels ballarins que no es toquen) i el blau convida al fregament, al segon ritme amb molta més utilització de braços.La diversitat de components que s'han sumat a aquesta experiència (lloable i necessària, encara que no s'acabés amb una exhibició pública)  marquen procedències diverses. Hi ha esquenes de gran verticalitat, enèrgiques, i cossos que es decanten cap al moviment deforme, i al matís, apropant-se al terra. El que es troba més a faltar és que els rostres marquin una actitud, una voluntat per ajudar a construir un imaginari de més colors i textures.