Como todos los años, no puede faltar que se haga una ópera de Verdi dentro de la temporada del Gran Teatro del Liceo de Barcelona. En esta ocasión serán dos las que se han programado con puesta en escena, relegando a la ópera catalana a una función en concierto. Extraños criterios de programación, donde se valora más la ópera extranjera que la propia.

El cast de esta producción de una porpuesta estética muy esencial, estaba liderado por la soprano italiana Anna Pirozzi, una cantante con una voz hermosa, pero de fraseo desigual, sobre todo en la parte central y grave de su voz, pero sus agudos siguen siendo espectaculares. Brian Jadge (Don Alvaro), por su parte mostró una voz de gran tamaño pero con problemas de fiato. Quien se debe mencionar como el mejor de la noche es Artur Rucinski (Don Carlos di Vargas), cuyo fraseo y estilo verdiano fueron los mejores de la noche.

En cuanto a la puesta en escena, se debe decir que este estilo minimalista excesivo ya es parte del pasado, por lo que se ve anacrónico en un escenario de nuestros días. Difícil de seguir la tortuosa trama que caracteriza a esta ópera, con una montaje tan poco creativo. Mucho mejor la iluminación y el diseño de vestuario que la creación del espacio y el movimiento escénico, pero en realidad todo se veía un poco pasado ya y lejos del espectador moderno.

El coro hizo un gran trabajo pero la orquesta abusaba de su volúmen y no siempre se lograba el equilibrio entre ella y los solistas.