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VALORACIÓ
7
No sé qué me pasa
Publicat el: 22 de desembre de 2020
CRÍTiCA: La cabra o Qui és Sylvia?
Ha pasado más de una década desde que Josep Maria Pou nos regalara la excelente versión catalana de The goat or who is Sylvia?. Iván Morales ha recuperado esa recordada versión para el montaje que ahora dirige en La Villarroel. Los nombres propios del nuevo reparto ya parecen indicar que la comedia tendrá un peso específico y que presentará batalla contra la parte dramática de esta incómoda obra en la que Edward Albee corroe la seguridad burguesa y sus límites morales con el fino sulfuro que usaba Buñuel. Quizá sea este poso pútrido -un olor extraño, como el perfume de cabra que invade el pulcro hogar de un arquitecto de prestigio- el que más se echa de menos en esta función.
Un efluvio oscuro del alma que debería intuirse en Ross (el amigo periodista) y que Jordi Martínez descarta con una interpretación muy hacia fuera. Y sobre todo debería emanar de Martin (el arquitecto de vida perfecta y un secreto) y que Jordi Bosch interpreta con su conocida bonhomía. No te acabas de creer que él pueda ser un terrorista moral. Su Martin parece atropellado por los acontecimientos. Hay más estupor en su interpretación -un “no sé qué me está pasando”- que esa epifanía terriblemente lúcida que hace añicos su existencia reglada y que él mismo verbaliza. El amor de Martin por una cabra es de una sinceridad apocalíptica, un enorme gesto político cuyo verdadero alcance sólo reconoce su esposa y por eso ella actúa y se defiende con la misma fulminante contundencia. Ese amor es un peligro y no solo para la estabilidad de la pareja. Tampoco hay rastro de tiniebla en Billy (el hijo) de Roger Vilà, muy escorado hacia un enfurruñamiento casi infantil. Sólo Emma Vilarasau (Stevie, la esposa) transita por todos los estados dramáticos que propone Albee con abrumadora seguridad. Perfecta en las afiladas réplicas de alta comedia, brutal en el enfrentamiento cara a cara con el horror de la verdad y ácida en su contienda sin prisioneros que tiene con su marido. El papel parece hecho para ella y para todas las Stevie que tiene que defender. Y además arrastra a Bosch en sus escenas a dos -lo mejor de este montaje- a ese abismo de honestidad. Sólo en esos momentos parece acortarse la distancia que parece existir entre él y Martin.
Una duda despierta también el espacio creado por Marc Salicrú. Un origami arquitectónico uniformado de gris -casi de nave espacial- que parece un guiño irónico a la arquitectura de autor pero que comunica poco el status económico y social de la pareja protagonista. Otra apuesta estética subrayaría quizá mejor el mensaje de su destrucción física.
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