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CRÍTIQUES
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Enid Negrete
PER: Enid Negrete

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7

ANAR A FiTXA DE L’OBRA ENLLAÇ EXTERN

I Capuleti e i Montecchi. Una obra típica del bel canto.

Publicat el: 31 de maig de 2016

CRÍTiCA: I Capuleti e i Montecchi

El Gran Teatro del Liceo de Barcelona nos trajo esta
temporada tres óperas típicamente belcantistas: el
Otello de Gioachino Rossini(1792-1868), Lucia di Lammermoor de 
Gaetano Donizetti (1797-1848) y esta obra del más joven y menos longevo
de los compositores del periodo,
Vincenzo Bellini (1801-1835).

El libreto que Felice Romani escribe para esta obra, a pesar
de las falsas pistas de su título, no está basado en la obra de Shakespeare,
sino en el cuento italiano primario perteneciente al libro de cuentos Storie di Verona de Gerolamo della
Corte, seguramente primera inspiración también para el famoso dramaturgo
inglés. A diferencia de la historia de dos adolescentes enamorados, aquí Romeo
es el líder de su familia, con experiencia en la lucha armada y que se enfrenta
a la familia Capuleto por honor. Mientras Julieta es una hija que, a pesar del
amor por Romeo, busca sobre todo la aprobación paterna. Todo esto (Un lider valiente, un conflicto entre el amor al padre y el amor a un hombre,etc) como puede
imaginarse, es un mundo emocional mucho más cercano a la visión romántica y
melodramática del siglo XIX, que la tragedia escrita con profunda inteligencia
por el Cisne de Avón. 

La función que se dio ayer estaba interpretada por el
segundo reparto, liderado por dos jóvenes pero muy sólidas intérpretes: la
mezzo valenciana Silvia Tro Santafé y  la
soprano rusa Ekaterina Siurina. Ambas fueron lo mejor de la noche.  Con voces hermosas, lindos fraseos y muy
buenas coloraturas, nos dieron hermosos momentos en sus dúos y arias. También destacó Celso Albelo, en el papel de
Teobaldo, que es un tenor de un buen registro agudo (aunque  a veces forzado).

La dirección musical de Riccardo Frizza fue sumamente
respetuosa del estilo belcantista y nos hizo disfrutar enormemente de la música
de Bellini, siempre llena de fuerza y emoción. 
Se tiene que aceptar que el trabajo musical de esta producción es
intachable.

Las obras del bel canto, con sus libretos la mayor parte de
las veces fallidos dramatúrgicamente, son muy difíciles de dirigir
escénicamente. Sin embargo, tienen dos elementos que algunos directores de
escena han aprovechado muy bien: la relación música-acción, -que está siempre
mucho mejor lograda que la relación texto-acción-, y la incongruencia como
acierto y no como defecto, para develar emociones puras y no racionales. Se han presentado en el Liceo muchos ejemplo de obras belcantistas con montajes excelente, pero un
claro ejemplo del bueno uso de estos recursos de la obra para crear un discurso
escénico a pesar de un libreto deficiente, lo tuvimos en el Hamlet de la temporada  2003-2004
dirigido por Moshe Leiser y Patrice Courier, inolvidable por la interpretación
de la Ophèlie de Natalie Dessay.

A pesar de que soy una gran admiradora de las puestas en
escena contemporáneas, no puedo defender el trabajo escénico de este montaje.
El movimiento escénico regresaba a los peores clichés de la ópera decimonónica,
con el coro fijo en una posición frontal y el divo en el centro para cantar su
aria. No había relaciones personales, ni tensión dramática y los conflictos
pasaban desapercibidos. La estética de la puesta, que cansaba bastante por usar
la misma coloración durante dos horas y veinte minutos, tenía algunos aciertos
en el planteamiento espacial, pero no los aprovechaba el movimiento escénico,
además de que el vestuario a pesar de ser de un diseñador famoso, (o quizá por
eso), no ayudaba a las intérpretes a crear un personaje. Siempre se les vio
incómodas, con los movimientos de la puesta en escena y luchando contra el
vestuario. Por todo ello no se desplegaba
un discurso escénico ni coherente ni interesante.

En la ópera siempre es una tristeza que el buen hacer
musical no tenga el eco escénico que merece. Sin embargo, en este caso, a pesar
de ello, es muy disfrutable.

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