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CRÍTIQUES
G Hamlet 12 01 24 Simon Gosselin 1 88
Juan Carlos Olivares
PER: Juan Carlos Olivares

VALORACIÓ

6

ANAR A FiTXA DE L’OBRA ENLLAÇ EXTERN

Hamlet como excusa

Publicat el: 25 de juliol de 2024

CRÍTiCA: Hamlet. En els plecs del temps

La pregunta que no responde Christiane Jatahy es: ¿por qué Hamlet? Seamos honestos, la duda irrumpe cuando la enésima aproximación al príncipe nihilista de Shakespeare desmerece el esfuerzo de la resurrección artística. Jatahy, la directora brasileña cada vez más europea, ha pensado que valía la pena para utilizarlo como vehículo para una reivindicación feminista y la deconstrucción de la dramaturgia patriarcal del autor. Visto el espectáculo, ese gesto podría verse realizado perfectamente sin Shakespeare y una corte de personajes convertidos en fantasmas digitales. Figurantes vaciados de toda dimensión trágica que deambulan por el escenario mientras sueltan fragmentos de textos (además de Shakespeare, Virginia Woolf y Heiner Müller) desmenuzados hasta la intrascendencia. También un insistente juego anticlimático: drama donde se espera comedia, banalidad donde se espera tensión y esporádicas explosiones de rabia como una ruleta de la fortuna. Y ni rastro de los grandes monólogos. Sólo aparecen como partículas flotantes de una mente obsesiva.

De Hamlet sólo le interesa la transición de género, como si sólo la decisión que una actriz asuma el rol protagonista -nada nuevo en un escenario- fuera suficiente para romper los esquemas. Ahí tenemos a una entregadísima Clotilde Hesme (su figura andrógina evoca las de la artista radical Valerie Solanas y la activista cultural Carolin Emcke) que sólo reconoce como interlocutor válido al público. Ni Ofelia merece su atención dialéctica, ni para destruir lo poco que queda de su autoestima o para resignificar la brutalidad de su violencia. Su principal objetivo es convencernos de que ella/el es el nuevo Orlando, pero escamoteando el impulso profundo de ese tránsito del icónico personaje de Woolf. Si lo apunta Müller en una frase dde Hamletmachine es suficiente. A partir de aquí, el espectador debe aceptar sin más que esa figura que ha madurado en la molicie -como un príncipe de Gales que ve muy lejano el trono- ha tomado el feminismo como su lucha particular para sobrevivir al aburrimiento, armado con un par de frases lapidarias y su propia presencia disruptiva. Un verso suelto, incomprendido por su entorno, dedicado a boicotear un drama burgués (facción gauche divine con pisazo equipado con cocina gastronómica) que a veces parece tentado a ser también un musical de Jacques Demy. Un chambre en ville, por ejemplo.

Y mientras Hamlet monta su show personal con mensaje, Ofelia se ha transformado en una sombra errante, en portavoz del misterio femenino teorizado por Betty Friedan. Una misión gigantesca para un personaje que Shakespeare presenta sin recorrido vital, con la decepción sin límites de la adolescencia. Mejor el espíritu libre de la Ofelia de Gina Haller en el montaje dirigido por Johan Simons en Bochum. Una mujer joven inconformista que intenta, sin éxito, la complicidad generacional con Hamlet; por cierto, interpretado por la actriz Sandra Hüller. Ofelia simplemente no acepta la visión de Shakespeare. No le concede ningún valor simbólico a su muerte. Un simple y directo mutis accidental.

Si Simons -que también recurre a Heiner Müller para traer la obra al siglo XXI- simplifica y condensa el texto de Shakespeare para convertirlo en un ejercicio intelectual sobre la venganza, además de liberar Ofelia de un asfixiante simbolismo, Jatahy contempla el texto original como un material dramático subsidiario. El mensaje importante está en lo que ella aporta. No establece ningún diálogo crítico, no explicita sus incompatibilidades contemporáneas. Simplemente lo usa como un contexto histórico-teatral reconocible con facilidad por el público. Un “Oh, es Hamlet. Next”. Una adaptación alejada de cualquier posible ejercicio de literatura dramática comparada a partir de lo aprendido en el siglo XXI. La sensación final es que todo sobra, que hubiera sido suficiente con un intenso monólogo de cara al público de Hesme, enarbolando libremente sus mensajes con un personaje remotamente inspirado en Hamlet y Orlando. Sin el despliegue escenográfico que permite un teatro como el Odéon. Un monólogo en el que quizá tendría un efecto menos decorativo el juego de proyecciones. Volver a la complejidad dramatúrgica de la hibridación de pantalla y escenario de los primeros proyectos de Christiane Jatahy.

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