Harold Bloom, uno de los más famosos estudiosos del cisne de Avón, termina su libro “La invención de lo humano” diciendo que Hamlet y Falstaff son las representaciones más plenas de la posibilidad humana en Shakesperare. Y cree que cuando tenemos realmente una conciencia de nostros como humanos nos hacemos más como Hamlet o más como Falstaff. Con ello nos describe la importancia y la genialidad de la creación de este personaje.

Uno de los grades aciertos del montaje que pudimos ver en el Teatro Akademia, es el compendio de textos que logra, dramatúgicamente, unir varias obras de Shakesperare para contar la historia de este Sir John Falstaff, tan ligado a la vitalidad como al vicio, que nunca fue el protagonista absoluto de ninguna de las obras en las que se mencionó, pero que ha sido quizá el único personaje que aparece en más de una de ellas.

Para poder llevarlo a cabo, el primer acierto es el intérprete de Falstaff, Francesc Orella hace un trabajo muy cuidadoso y llega realmente a una construcción del personaje sumamente acertada. Resolver la complejidad de un personaje tan paradigmático como este, es uno de los grandes retos de los actores de todo el mundo y hay que admitir que este actor lo logra.

Destacamos también el trabajo de Rafael Ramis que en el papel del juez Shallow, que logra el difícil tono de comedia sin exageraciones. El resto del reparto es un poco más desigual y eso hace más difícil que al espectador no le pesen las dos horas y medias de duración.

El problema principal de este montaje está en el descuido de la producción sin un planteamiento estético definido y que muy pocas veces logra la atmósfera necesaria. Y el acierto más claro es acercarnos a un personaje que, como dice de nuevo Bloom, está vivo “más allá de lo creíble”.