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Jean Valjean en la revuelta millennial
Publicat el: 8 d'octubre de 2024
CRÍTiCA: Els miserables. Miquel Mas Fiol
“!Director, abusador¡”, “Volem castings oberts!”, “¡Ens han despedit!”… La precariedad laboral en el teatro alternativo ha llegado a las puertas del Tantarantana de la mano de dos enrabiados actores, Lluís Oliver y Mel Salvatierra, que lanzan sus dardos frente a los espectadores antes del inicio de ‘Els miserables’. Debían representar la pieza de Miquel Mas Fiol, que cierra su Trilogia de la Condició Milennial tras echarle sátira, mala baba y autoficción al ‘Càndid o l’optimisme’ de Voltaire y a ‘Les penes del jove Werther’ de Goethe, que protagonizaron Oliver y Salvatierra, respectivamente. Ahora estos reclaman solidaridad, pero el público no está ya para esos cuentos, aunque aún hay quien empatiza, como sucedió en el estreno de la obra en el Grec con una espectadora que quiso apoyarles negándose a entrar en el teatro.
Ya en la sala, sobre el escenario aparece Gerard Franch, dispuesto a lidiar él solo con todos los personajes del musical en un hilarante ejercicio de fregolismo: es Jean Valjean, Cosette, Javert, Éponine… El pobre suda lo suyo, abrumado con tanto gentío, pero se marca 15 minutos antológicos, magnífico tanto en su registro vocal como actoral. Hasta que sus dos excompañeros entran dispuestos a boicotear la obra e instigar al público a la revuelta. El propio Franch se suma a ellos al cerciorarse que a él también le están explotando. El tiránico director le exprime; debería cobrar el triple al hacer el trabajo de tres. ¡A las barricadas!
La Revolución de Junio de 1832 parisina, que aparece como telón de fondo en la pieza de Victor Hugo, salta al presente liderada por los hastiados millennials. Una rebelión contra el sistema, pero dentro del sistema, lo cual es pura contradicción. Aquella insurrección francesa fue fallida y la que nos proponen ellos, buscando la complicidad del respetable, será una carrera de obstáculos, empezando por los de la burocracia –son buenos chicos y quieren el permiso para la protesta- y la maleabilidad, y acabando por el acomodamiento, el principal aliado del sistema, que rige nuestras vidas más que nunca. ¡Tampoco estamos tan mal!
Fruto de su residencia como director en el Tantarantana, Mas Fiol urde un estupendo divertimento con notables ocurrencias, como cuando asoma un helicóptero emulando al que hacía aparecer el Mago Pop en su ‘show’, aunque a distinta escala. El rico vecino del Teatre Victòria es blanco de la ira de estos ‘miserables’ con intenciones incendiarias. Tampoco se corta el dramaturgo al recalcar la ignorancia de la juventud de hoy. El Che es un tipo guapo que mola estampado en la camiseta de la actriz, sin saber quién fue ni qué hizo, y también un desconocido resulta Salvador Puig Antich, preguntada su identidad a la platea. Así, sin referentes pasados, la sublevación se antoja más difícil todavía, aunque causas hay de sobra, como muestra el activismo ‘cool’. Muy acertado el estreno en temporada coincidiendo con el 1 de octubre y sus ocho segundos de fugaz revuelta. Corren malos tiempos para las revoluciones.
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