CRÍTIQUES

VALORACIÓ
9
Brutalidad sin morbo
Publicat el: 9 de febrer de 2018
CRÍTiCA: Blasted
Sarah Kane es una autora tremendamente compleja. Su obra está llena
de interrogantes y de brutalidad nada gratuita. La virtud de Blasted, su primer texto, reside en la
rotura in situ del realismo de la primera parte en favor de la representación
abstracta de la violencia y el horror humanos.
En la primera parte, los
espectadores somos voyeurs de lo que ocurre entre las cuatro paredes de la habitación
de hotel diseñada por Silvia Delagneau.
A través de las cortinas semitransparentes que la delimitan, vemos como llega
una pareja. Él, mayor, dominante, sin tapujos. “He cagado en sitios mejores”, suelta
nada más ver el espacio. Ella, pequeña, sumisa, tímida, quieta y silenciosa. Ya
en los primeros minutos de función, sin apenas palabras, descubrimos el tipo de
relación que tienen, tóxica, abrupta y basada en la dependencia emocional. La
violencia se va gestando poco a poco hasta explotar, y entonces llega el caos.
La guerra (¿qué importa cuál?) se personifica y extiende su manto. Lo que era
pequeño e íntimo cobra dimensión, invade el escenario y la vida. La historia de
unos personajes concretos se convierte en un drama que nos salpica a todos.
Lo más fascinante de esta
historia son unos personajes llenos de claroscuros. Ian –Pere Arquillué, que demuestra con valentía que toca de maravilla todas
las teclas- es un monstruo, misógeno, racista y homófobo. Pero también es una
persona moribunda, sin ni una sola esperanza, alegría o ilusión. Agrede, odia y
abusa de los demás –física y verbalmente- porque es la única forma que tiene de
despertar su alma apagada, gastada, inerte. De sentir algo ahora que viene de
vuelta de la vida y cualquier resquicio de luz se ha extinguido por el camino. A
su lado, Kate –Marta Ossó– es una
chica enfermiza e infantil, con la inocencia especialmente acentuada de quien todavía
lo tiene todo por recorrer. Completa el reparto el soldado, Blai Juanet, representante nada fácil del
caos, de la crueldad sin sentido, del horror mecanizado.
Alicia Gorina dirige el montaje con elegancia, sin renunciar a la
potencia pero sin hacer pornografía. La tensión del montaje se respira en el
ambiente. A la fuerza de las palabras se le unen los símbolos visuales, el uso sin
tapujos de elementos de atrezzo que aparentan ser pero no son. La directora no
oculta la falsedad del teatro. Deja que el muerto que cuelga del techo se
levante y abandone el escenario por su propio pie. Nos enseña la bolsa rellena
de agua que simulará ser un bebe. Y no por ello resulta menos demoledor su trágico final. Nos recuerda que todo lo que vemos es una gran mentira; que lo
que se está contando va más allá de una anécdota privada e íntima; que la
realidad estremecedora, la que nos debe preocupar, es la que sigue estando
afuera, mientras nosotros seguimos cómodamente en nuestras butacas.
Al TNC se le pueden – y se le
deben- criticar muchas cosas. Pero es de agradecer que por una vez (lástima que
sea anecdótico) se escoja a una directora joven para un texto de una autora contemporánea.
Y también que el mensaje profundamente oscuro de Kane se represente, sin miedo
a incomodar pero sin contribuir al morbo. Que siga generando polémica. Y que nos
sirva de alerta. Porque la insensibilidad, el subestimar y normalizar el daño
que hacemos, es el motor que mueve a Ian y que cada vez nos mueve más a todos. Y
eso solo puede llevarnos al desastre.
CRÍTIQUES RELACIONADES / Blasted
TÍTOL CRÍTiCA: Un montaje excesivamente conservador
PER: Elisa Díez

VALORACiÓ
6
TÍTOL CRÍTiCA: Tal faràs, tal trobaràs… i rebentaràs!
PER: Andreu Sotorra

VALORACiÓ
9
TÍTOL CRÍTiCA: Buidor, crueltat, i una gota de redempció
PER: Jordi Bordes

VALORACiÓ
8
TÍTOL CRÍTiCA: Impacta, arrisca, però també desconcerta
PER: Pep Vila

VALORACiÓ
6