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9
La pasividad que más desarma y emociona
Publicat el: 8 de març de 2025
CRÍTiCA: Bartleby
El enigma de Bartleby, el escribiente de Hermann Melville que un día suelta: “I would prefer not to” (así es en el original) y se convierte en paradigma de la resistencia pasiva, lleva más de 170 años fascinando a todos. Convertido en un clásico del debate filosófico, son múltiples las interpretaciones que genera su inmovilismo. Muchas apuntan a una rebeldía antisistema; una crítica implacable al aislamiento deshumanizador del trabajo moderno, a la alienación capitalista, a la manifestación extrema del desencanto… Teorías que encajan con los momentos difíciles que vivía el autor de Moby Dick, despreciado por la crítica y los lectores de su época.
La propuesta que, tras su estreno en Temporada Alta, ha llegado a la Sala Beckett con adaptación y dirección de Llàtzer Garcia mantiene el enigma y subraya la emoción. Un magnífico Albert Prat ejerce de narrador del relato recreando al abogado que contrata a Bartleby en un monólogo que atrapa al público desde el inicio. De la mano del actor subimos a la montaña rusa de sentimientos que experimenta el letrado con la inexplicable conducta del escribiente. Compartimos su desconcierto, ternura, creciente exasperación, dolor, compasión, desolación… Todo un proceso empático hasta llegar a un conmovedor sentimiento de culpa en un final que nos golpea y estremece.
En un bufete de Wall Street
El relato nos ubica en un bufete de Wall Street, con Bartleby arrinconado en su mesa junto a una ventana con vistas a una pared. La Sala de Dalt de La Beckett resulta idónea, con sus paredes antiguas desnudas, para imaginar al empleado mirando a las musarañas. Un gran escritorio, lleno de cajones, ocupa el centro del espacio, y destaca el gran trabajo de iluminación de Laura Clos ‘Closca’, jugando con las sombras y realzando su carácter fantasmagórico. El poderoso relato no necesita más parafernalia. Hacia el final del montaje se expresa de manera muy plástica el efecto que el desesperante empleado ha tenido en su jefe. Una lectura que agranda la figura del escribiente y el impacto de su conducta.
El formato de monólogo permite al espectador imaginar a Bartleby siguiendo la breve descripción de Melville -un tipo “pálido y solitario”- y fabular el resto. Prat contagia una profunda emoción y acierta al recitar la famosa réplica “Preferiria no fer-ho” siempre en tono muy calmado y sereno, como restándole importancia, lo que desarma aún más a su personaje y al público.
Bajarse del mundo
La historia empieza con algunas notas de humor en la descripción de los otros dos escribientes, Turkey y Nippers, que dan cuenta de la desquiciada sociedad. Ambos se complementan: uno es inútil por las mañanas, cuando da rienda suelta a sus neuras, y el otro, por las tardes. Si coincidieran a un mismo tiempo sería insoportable. El letrado –el único personaje de la oficina sin nombre- contrata a Bartleby, que empieza haciendo su trabajo rutinario de copista de manera ejemplar. Hasta que un día le requiere para una tarea y él lanza ese famoso órdago a la pasividad y la insubordinación.
Más de un siglo y medio después, el cuento (publicado en 1853) nos sigue llevando a la reflexión, quizá más que nunca. Con los tiempos que corren, muchos quisieran bajarse del mundo, como hizo Bartleby.
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