Una visión nueva de Monteverdi a sus 450 años.
Dejando clara su protesta por los presos políticos de Catalunya, el Maldá nos regala una serie de conciertos de música antigua acompañados por la bebida favorita del siglo XVIII: el chocolate.
En este caso, se debe decir que la sesión era mucho más que un mero concierto musical. Había una escenificación que incluía las historias amorosas de 6 personajes, usando a las nuevas tecnologías para contar las eternas historias de amor en un discurso escénico inteligente y divertido, mientras disfrutamos de la música del maravilloso compositor italiano Claudio Monteverdi (1657-1643).
Es tan fácil disfrutar de esta música polifónica y encantadora, como difícil es interpretarla correctamente y en este ámbito se tiene que decir que los intérpretes han tenido un punto a favor. Se hizo con un conjunto muy homogéneo vocalmente acompañados muy eficientemente por un laúd. Entre los cantantes se debe destacar el trabajo de Mariona Llobera y Anotnio Fajardo por la belleza de sus voces, su calidad de emisión y su cuidado del estilo de la época, además del trabajo del laudista Edwin García de clara efectividad.
La concepción de la puesta en escena es un acierto y debemos decir que estas sesiones son una delicia dominical tan disfrutable como el chocolate.
La historia de cuatro cuerdas
El violín y la viola cumplen ya seis siglos de formar parte de la vida de los humanos. Provenientes del rabel medieval de origen árabe, se convierten en violín y viola a partir del siglo XVI y desde entonces forman parte del mundo sonoro humano.
Meritxell Tiana y Núria Pujolràs nos llevaron de la mano por la historia del violín y la viola a lo largo de cuatro siglos. Desde el siglo XVI hasta el XIX, el paso por autores poco conocidos como Diego Ortiz (1510-1570), o muy famosos como Wolfgang A. Mozart (1756-1791), era realmente enriquecedor y divertido. Ambas intérpretes de muy buena calidad, que además explicaban los asuntos técnicos del arco y del cambio de los instrumentos a lo largo del tiempo, nos hicieron viajar por el mundo de la polifonía, de los favores entre compositores amigos y de bellísimas piezas hechas para, simplemente, disfrutar.
Quizá el más grande acierto de este ciclo es que nos acerca a una de las actividades que la grandilocuencia de la música de nuestra época nos ha dejado a un lado: la música de cámara. Una de las delicias de la civilización humana.
Bravi! Cosa Rara!
Hablar de la música vocal de Mozart es casi un lugar común. Las aportaciones del genio de Salzburgo no pueden dejar de asombramos a lo largo de los dos siglos que su música tiene entre nosotros. Siempre es una experiencia deliciosa escucharlo, pero en un espacio como el Maldá, tomando chocolate y con un clavecín hermoso frente a ti, de verdad que es un privilegio.
Menos conocido pero no menos interesante es el trabajo del compositor contemporáneo de Mozart y de origen valenciano Vicente Martí i Soler (1754-1806), quien en su momento fue considerado mucho mejor compositor que Mozart y además de ser más famoso, tuvo una vida mucho más relajada y larga que el querido niño prodigio. A pesar de ello y paradójicamente, ahora se le recuerda más por haber sido citado por Mozart en el final de Don Giovanni que por su extensa y variada obra. Cosas de la vida.
De estos dos compositores, burbujeantes, inteligentes y divertidos, se formó el programa presentado el domingo 19 de noviembre, dentro de este ciclo, por Jorge Morata y Esteban Mazer. ambos buenos intérpretes de esta música maravillosa pero nada fácil. Abordaron obras muy conocidas como las arias de Don Giovanni o Cosí fan tutte de Mozart y Una cosa rara de Martí i Soler, pero también obras muy poco interpretadas como arias de L'arbore di Diana y piezas de concierto.
Jorge Morata es un tenor ligero, con un fraseo cuidado y una voz no muy grande pero linda, que aborda un repertorio muy adecuado a su timbre y temperamento. Se podría pedir más trabajo en el matiz interpretativo, pero que abordó muy eficientemente un repertorio que es bastante difícil y con apeo al estilo. Por su parte Esteban Mazer fue un acompañante brillante y trabajó con un instrumento bellísimo pero menos dúctil que el piano tradicional, a pesar de lo cual lograba llevarnos a la atmósfera de hace más de 200 años.
No se pierdan este ciclo, de verdad que es un placer asistir a estos conciertos.
