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VALORACIÓ
9
Feroces acróbatas
Publicat el: 3 d'octubre de 2025
CRÍTiCA: Wolf. Circa
El lobo (wolf) del título, metáfora del yo indomable, libre, anárquico y salvaje, ha guiado la nueva coreografía de Yaron Lifschitz para la prestigiosa compañía australiana Circa, referente del circo contemporáneo. Afortunadamente es ya habitual su presencia en Barcelona, y tras las aplaudidas Opus, Beyond y Humans 2.0., el colectivo vuelve a demostrar su impresionante técnica y una fuerza que es afín a los dos géneros en escena. A los y a las acróbatas. Los diez artistas llevan al límite sus trabajados cuerpos en un viaje acrobático de impacto. Son unas auténticas fieras.
La estética y depurada puesta en escena se limita a un gran panel blanco iluminado que resalta los cuerpos. El vestuario acentúa el factor animal y grupal: una manada que cobra mayor relevancia en la segunda parte, cuando las interacciones del grupo se acentúan. Los acróbatas aparecen embutidos en unos ajustados trajes, con diferentes diseños en negro y marrón, hasta media pierna; quizá de pierna entera hubieran sido más acertados a modo de una segunda piel.
Sigue sorprendiéndonos ver en los pilares de tres pisos a una mujer porteadora –quien aguanta todo el peso- soportando sobre sus hombros a un musculado compañero y a otra artista encima de él. ¡Calculen el peso! Y duele ver cómo uno de los integrantes más voluminosos se sube sobre el puente que realiza una de las acróbatas con su cuerpo o cómo el Sansón de turno carga con casi toda la troupe sobre sus huesos. Parecen cuerpos de acero, pero también dan cuenta de su increíble flexibilidad y desafían la gravedad con sus vuelos y equilibrios.
En la variada y coreografiada sucesión de rutinas hay solos (tres números aéreos), dúos, tríos y movimientos grupales que construyen sofisticadas y muy complejas figuras a tres niveles. La manada de lobos asombra con sus increíbles interacciones y habilidades: saltos, lanzamientos, piruetas, caídas, contorsiones, torres, pilares, equilibrios y pirámides de infarto… Prodigiosos en el mano a mano, ya no es sólo lo que hacen sino cómo lo hacen. Por ejemplo, la facilidad con la que cargan (en el lenguaje de los castells) y descargan los pilares. Esto último, lanzándose desde las alturas haciendo volteretas sobre el suelo.
Sincronización
El exigente trabajo implica una sincronización y precisión absoluta, y algún pequeño fallo los humaniza. Al electrizante ritmo del dj Ori Lichtik, se alternan trepidantes acrobacias con momentos más pausados, íntimos e incluso humorísticos. La platea necesita también bajar el ritmo cardiaco. Muy lograda y divertida es la secuencia en la que dos acróbatas se abrazan y bailan juntos y un tercero se interpone entre sus cuerpos de la forma más extravagante, buscando una brecha para separarlos y sustituir a uno de ellos.
Entre los ahhh y ohhhh del público, los extraordinarios atletas rebosan una energía bruta descomunal, cautivando a un público entregado a las emociones más intensas. Bestiales.
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