(…) Dos hermanos se reúnen para recordar a su padre, cómo era, qué le gustaba, cómo murió. Entremedias una bailaora de flamenco. El 25 de julio de 2006 murió Antonio Sáez Ramírez, un personaje anónimo que servirá como excusa para iniciar un montaje que pone en cuestión la relación de padres e hijos y el conocimiento que unos tienen sobre los otros.

Escenario al descubierto, una tele, cintas de vídeo, vasos y un gran suelo de pizarra para taconear la tristeza. Guadalupe Sáez firma una dramaturgia irregular, con ciertos toques de humor bien aprovechados por los actores pero que en aquellos momentos más íntimos se hace larga y demasiado oscura.

Los momentos donde el baile adquiere más protagonismo descargan el espectáculo de una sobriedad innecesaria. Pero falta algo, el juego de luces y sombras no convence, demasiadas sombras. Todo lo que se explica en la dramaturgia es hasta cierto punto interesante, pero conocida por todos los que de un modo u otro hayan perdido a un familiar o a una persona cercana. Sería necesario ir más allá, buscar otras lecturas de la muerte y de la vida, una indagación más profunda o un lenguaje diferente a las palabras que saque al espectador de un posible letargo.