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CRÍTIQUES
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Juan Carlos Olivares
PER: Juan Carlos Olivares

VALORACIÓ

6

ANAR A FiTXA DE L’OBRA ENLLAÇ EXTERN

Molly con la luz encendida

Publicat el: 19 de desembre de 2020

CRÍTiCA: Molly Bloom

La gran contribución de James Joyce al teatro no es Exiles, su único texto dramático, inspirado en el relato Los muertos. Su principal aportación es “Penélope”, el último capítulo del Ulises. El casi medio centenar de páginas que recogen el soliloquio de Molly Bloom en su dormitorio junto a su marido dormido en la cama. Una situación que evoca la de Los días felices de Beckett. Ocho largas frases sin un signo de puntuación que parecen estar escritas para llevarlas a escena por una actriz dispuesta darle voz a un monólogo interior que tiene la fuerza de un imparable torrente mental. Un alud de recuerdos y pensamientos conectados sin aparente orden que además es una declaración del deseo femenino.

Si la actriz es Viviane de Muynck -coautora con Jan Lauwers de esta adaptación producida por la Needcompany- el último viaje al Temporada Alta se celebra de antemano como una fiesta de excelente teatro, sobre todo si es una experiencia postergada por los hados. En el desnudo escenario del Teatre de Salt no está la cama. En su lugar una mesa alargada y tres sillas vacías. Una para ella, una para Bloom, otra para su amante Boylan. Cruza el escenario la apuntadora -en parte personaje invitado- y se coloca en un lateral frente a un ordenador. Aparece De Muynck de negro y comienza a explicar el dispositivo escénico. Sin marcar la transición y sin apagar las luces de sala entra en el monólogo, centrado en aquellos pasajes que incluso escandalizaron a D. H. Lawrence.

Una puesta en escena radical en su austeridad. Un diseño lumínico casi fijo; una utilería propia de la improvisación de la sala de ensayo; dos efectos sonoros y una interpretación que parece nacer de la exclusiva voluntad de la actriz. Lauwers como observador. Y las luces de sala encendidas. Un gran texto y una gran actriz que con poco ya se reafirma en su talento son los dos grandes argumentos a favor de esta propuesta que acrecienta su frialdad y extraña indolencia teatral mientras se van dejando atrás los minutos. Incluso la distancia entre la edad de De Muynck y Molly Bloom no se explota a fondo, aunque la imaginación del espectador vuela a veces lejos y cree reconocer en el tono y el gesto la sombra procaz, libérrima y sandunguera de Carmina Barrios (la madre de Paco León). La actitud de una mujer segura y de vuelta de todo que recuerda con locuacidad y vivo deseo su momento de esplendor sexual. Falta el botellín de cerveza y un cigarro prohibido para completar este pensamiento descontrolado. Sólo al final, cuando Molly viaja hasta su despertar sexual en Gibraltar y Joyce esboza una nostalgia digna de Proust, hay un pico de brillante e íntima emoción. Incluso con las luces encendidas. 

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PER: Manuel Pérez i Muñoz
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