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CRÍTIQUES
Manes
Img 0794 Copia
PER: Alba Cuenca Sánchez

VALORACIÓ

8

ANAR A FiTXA DE L’OBRA ENLLAÇ EXTERN

Experiencia revivida

Publicat el: 28 de juliol de 2019

CRÍTiCA: Manes

Entramos en muchedumbre a una sala en penumbra. Sobre una estructura de
madera, dos personajes con expresión inquietante comen carne cruda con deleite.
Pronto más seres primitivos y espeluznantes encontraran la manera de hacerse su
hueco entre el público. En la cabeza, resuena aquella frase típica de los
pasajes del terror: “No toquen nada y nada les tocará”. Bueno, en esta ocasión
puede que sí que nos toquen. La Fura dels
Baus
no se anda con chiquitas.

La mítica compañía recupera uno de sus espectáculos de los 90 con su
esencia más primitiva. Un ritual, una experiencia colectiva centrada en la sensorialidad.
Se trata de un conjunto de escenas sin argumento, tan solo una sucesión de momentos
con personajes indefinidos y semidesnudos que se mezclan entre la gente con
gritos guturales, carne cruda y todo tipo de viscosidades. Un regreso a lo más
primitivo del hombre: Nacer, comer, follar y morir, no necesariamente en ese orden.
Entre comida y música a todo volumen, un público perdido y vulnerable entra en
el juego de dejarse llevar por la incertidumbre y la tensión. Los personajes
aparecen de cualquier lugar y no dudan en manchar, gritar o empujar al ya no tan respetable.

Asistiendo a Manes, estamos
siendo participes dela recuperación de un montaje histórico. Pero las artes
escénicas no son piezas de museo estáticas. Recuperar un espectáculo es un experimento
tan interesante como riesgoso. Por un lado, nos permite observar cómo han
cambiado los espectadores, hijos de una sociedad en constante evolución. Por el
otro, nos desentraña qué es lo que hace que un montaje sea capaz de resistir al
paso del tiempo. En este caso, la recreación consigue conectar con los espectadores
del siglo XXI, aunque quizás de manera diferente a como lo hacía en el pasado.

Ciertamente, la maquinaria les ha quedado un poco anticuada. Habituados
como estamos al realismo de los efectos especiales, puede que los muñecos en
forma de feto deforme no consigan el impacto que deberían. Tampoco ver a
alguien desnudo escandaliza como antes, ni mucho menos las referencias visuales
a la crucifixión o el carácter orgiástico de la velada. Aceptémoslo: Los morreos
y las presuntas felaciones ya no nos impresionan.  Así pues, ¿qué es lo que sigue conectando con el
público de hoy? Lo verdadero. Lo epidérmico. El pringue. El sonido de los cientos de pies del
público pisando los trozos de verduras crudas que han inundado el suelo después
de que los actores los hayan escupido. La mezcla de sudor, harina, y comida que
chorrea por ellos. La aparición inesperada de una mano que te toca el hombro. La
sensación de caos y alerta constante. Y sobretodo la energía, el éxtasis, el
tránsito hipnótico por el que pasan los personajes. En definitiva, lo que nos
sigue llegando es en realidad la esencia de las artes escénicas: Que están
vivas. Entre el escape room y el
pasaje del terror, el teatro de experiencia interactiva e inmersiva no
es tan novedoso como parece. 

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