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7
Lucia de Lammermoor en el Liceo
Publicat el: 17 de desembre de 2015
CRÍTiCA: Lucia di Lammermoor
Lucia di
Lammermoor es una de las ópera más famosas del repertorio italiano y una de las
favoritas del público asiduo a la lírica. De hermosas y complejas arias,
concertantes majestuosos y el famoso sexteto (parte de la ópera escrita para
una agrupación vocal que tan poco frecuente es en la ópera), esta obra no deja
nunca de ser un gran reto para sus intérpretes y realizadores.
En este
caso, el centro de la atención no era la intérprete del papel titular, sino
Edgardo Ravenswood, el papel para tenor que Juan Diego Florez canta por primera
vez. Habíamos leído y escuchado muchas dudas sobre si era un papel para la
vocalidad de este tenor, especialista en la pirotécnia vocal de Rossini, Mozart
y el primer Donizetti. La verdad es que, desde la primera frase, yo y muchos de
los asistentes a la función del lunes pasado quedaos prendados de su trabajo
interpretativo, como siempre. Las dudas de muchos otros se terminaron de
disipar después del recitativo y aria Tombe degl’avi
miei… donde encontramos que más allá de los agudos espectaculares que
siempre nos han encantado, había una interpretación emotiva y profundamente
dolorosa de este personaje, con frases bellísimas y estilísticamente perfectas. La cabaletta fue insuperable.
¿Qué es lo
más impresionante de este cantante? ¿La voz aterciopelada? ¿El fraseo perfecto?
¿La elegancia del estilo? ¿Su presencia escénica? Lo impresionante es que tenga
todo eso y lo pueda incluir en una construcción de personaje tan personal como
perfecta.
Evidentemente
fue el triunfador de una noche en la que lo secundaron una soprano correcta
pero sumamente fría, cuya actoralidad se acercaba muy peligrosamente a los amaneramientos
inverosímiles del culebrón, y un barítono de una hermosa y profunda voz, pero
que actoralmente padecía una rigidez recalcitrante.
El problema
de un papel como el de Lucia, es la enorme cantidad de interpretaciones
referenciales que se han hecho en los dos siglos en los que se han podido
grabar y dejar registro de trabajos tan emblemáticos como el de Lina Pagliughi,
Maria Callas, Joan Sutherland, y más recientemente Anna Netrebko y Natalie
Dessay, quienes, además de su técnica perfecta, le han dado un giro psicológico
de 180 grados a este papel. Simplemente, hay que pensar qué significa cantar
ese papel en el Liceo, cuando la última vez que se representó esta ópera su
protagonista era Edita Gruberova.
La verdad es que Elena Mosuc cumplió con el
papel, pero no dejó su huella interpretativa en él. Había algo de arcaico en su
emisión vocal y en su actuación escénica. Eso mismo le pasaba al barítono Marco
Caria, poseedor de una hermosa voz, pero con un enorme problema para dar los
matices emotivos de este personaje antagónico.
La puesta en
escena era muy pobre de ideas y de estética, con un manejo de actores muy
tradicional y poco imaginativo. Había momentos rayando el humor involuntario,
como el baile del coro antes de la escena de la locura, donde se veía que los
cantantes del coro era conscientes de lo ridículos que se veían moviéndose como
en una discoteca al ritmo de la orquesta donizetiana. Sin embargo, cuando
insertaba acciones secundarias realizadas por actores mudos, la escena cobraba
una vida especial y el suicidio de la protagónica fue, quizá, el momento más
bello escénicamente logrado.
Los que sólo
fueron a escuchar a Juan Diego Florez salieron por demás satisfechos, lo que
creemos en la ópera como un todo, no.
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