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La sonámbula en contrastes
Publicat el: 30 d'abril de 2025
CRÍTiCA: La sonnambula. Bárbara Lluch
Una noche de profundos constrastes fue la que vivimos en el estreno de La Sonnambula de Vincezo Bellini (1801-1835) en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona el pasado 22 de abril.
Mientras Nadine Sierra nos regalaba, con generosidad, una de las mejores interpretaciones de Amina de la que se tenga memoria, con una gracia, elegancia y apego al estilo belcantista dignos de mención, tuvimos que sufrir una puesta en escena estática, aburrida, tradicional y muy poco imaginativa, que prometía una postura feminista que nunca se vio.
Con una artista como Nadine Sierra, capaz tanto vocal como escénicamente, de niveles increíbles de creación de personaje (como nos lo demostró en la Violetta de esta misma temporada), es muy triste ver las resoluciones que propone la directora de escena, que no aprovechan sus dotes. Sobre todo la pésima resolución del aria final, donde había tanto que disfrutar de esta soprano extraordinaria y la restringen a un pequeño espacio desangelado y con tan pocas posibilidades que provocaba la risa de los espectadores. Para colmo con un arnés que se ve por todas partes, ¿Cómo se puede hacer eso con la escena vocalmente más importante de la ópera? A pesar de ello, se debe decir, en justicia, que la interpretación de la soprano de esta famosa aria fue intachable. Con unas coloraturas cristalinas y perfectas, fraseo delicioso y sobreagudos espectaculares, Nadine Sierra le ganó al partida a una puesta en escena tan poco agradecida. El público enloqueció con ella, como era de esperarse, dándole una ovación que duró mucho más allá de lo que el teatro esperaba.
Como su compañero de escena estuvo, también muy bien, el tenor Xabier Anduaga como Elvino fue una agradable sorpresa. Una hermosa voz lírica ligera, con facilidad en el agudo, un fraseo muy correcto y una capacidad admirable para crear con su coprotagónica momentos deliciosos en los dúos. Su personaje, poco empático y flexible, estuvo perfectamente actuado dentro de los parámetros de un drama decimonónico.
La otra sombra fue el bajo-barítono Fernando Radó cuya extraña emisión vocal no permitió encontrar todos los matices del personaje del Comte Rodolfo. En contraste con él, Sabrina Gardez nos dejó disfrutar del personaje de Lisa, con una hermosa voz, esta soprano cubana abrió su aria del segundo acto, no siempre interpretada y la ejecutó con limpieza y claridad.
La orquesta y el coro fueron especialmente atinados en su ejecución bajo las batutas de Lorenzo Passerini, quien llevó toda la ópera en un respetuoso estilo belcantista y Pablo Assante, que a pesar de que el coro fue usado casi como escenografía, vocalmente resultó muy convincente.
Una noche que prometía como inolvidable y la soprano estadounidense lo cumplió.
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