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8
Morir en defensa propia
Publicat el: 29 de març de 2022
CRÍTiCA: Harakiri. Les Impuxibles
Consolidada como una de las compañías más interesantes de los últimos años, Les Impuxibles, creada por las hermanas Clara y Ariadna Peya, siguen sacándole punta a problemáticas actuales en su apuesta por el compromiso social, la denuncia y la igualdad. Hablaron del tránsito de género en ‘Limbo’; de las violencias sexuales en ‘AÜC, el so de les esquerdes’, y de la salud mental en ‘Suite TOC, número 6’, valiente propuesta en la que visibilizaban el trastorno obsesivo compulsivo que padece la brillante pianista y compositora Clara Peya.
Ahora visibilizan un tema que sigue siendo tabú, el suicidio, un problema de salud de enorme magnitud que ha sido acallado durante décadas pero que, advierten los expertos, necesita salir a la luz. Defienden los especialistas que hablar de la que ya es la primera causa de muerte no natural en España (unos 10 suicidios diarios, el doble de muertes que por accidentes de tráfico) no incita a esta conducta sino que la previene y debería tener una cobertura responsable en los medios. ‘Harakiri’ nos acerca a esta dura realidad con una hibridación de lenguajes, marca de la casa, que permite abordarlo de manera más poética, sugerente y atractiva, alejándola del sentimentalismo y de las aristas más estridentes. El texto, que firma María Velasco y contiene algunas contundentes sentencias, no sigue una narrativa lineal. Son retazos de la vida de una madre –la estupenda Montse Esteve- que explica su suicidio, la montaña rusa anímica que la sacudía por su depresión y la relación con su hijo, un convincente Pau Vinyals, que repite con la compañía.
Se inicia la función con el silencio del estigma: todos los intérpretes callados durante unos largos minutos. Rompe el mutis Esteve para explicar su acto: “Me maté en defensa propia”, dice enfatizando la razón que lleva a una persona a abandonar este mundo y a sus seres queridos. “No quiero dejar de vivir, lo que quiero es dejar de sufrir”. A ese sufrimiento apela una pieza que busca la empatía con quien decide tirar la toalla, orilla la culpabilidad que azota a todo el entorno de la víctima, y plantea preguntas incómodas pero necesarias como la de si el suicidio de alguien puede hacer más libres a sus seres queridos. El proceso de aceptación del hijo, que inicialmente muestra su incomprensión, se suma a ese propósito.
El carácter multidisciplinar de la propuesta la enriquece y potencia. Estupendas la música e interpretación de Clara Peya, y las coreografías creadas por su hermana, que ha contado con la participación de los bailarines Haley Diallo, Kiko López y la habitual Helena Gispert, Realizan movimientos que en consonancia con el texto y la temática van de la agitación, con gestos espasmódicos y frenéticos, a la desolación, con los cuerpos apilados en el suelo. También encaja el apunte circense, con la acróbata Sílvia Capell en la percha china. Sus ascensos y descensos por el mástil bien pueden simular los intentos de salir del abismo y las continuas caídas. Clara añade un punto muy emotivo cantando en lo alto de la percha. El título, ‘Harakiri’, podría sugerir una honestidad existencial; un acto de rebeldía frente a la actitud opresiva y la alienación de la sociedad. Una obra necesaria que ayuda a visibilizar la enfermedad y arroja luz sobre los porqués, ese dolor que es más fuerte que la propia existencia. Algo difícil de entender pero totalmente respetable.
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