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VALORACIÓ
9
Gala lírica por los 177 años del Gran Teatro del Liceo de Barcelona
Publicat el: 9 de maig de 2024
CRÍTiCA: Gala lírica del Gran Teatre del Liceu
Casi siempre que nos enfrentamos a una Gala Lírica, tenemos como elementos disuatorios como el heco de que se ensaya poco para ellas o que siempre terminan (incomprensiblemente, incluso cuando no hay las tesituras para hacerlo) con el brindis de La traviata.
Sin embargo, en esta ocasión el principal atractivo para celebrar los 177 años del teatro, fue la participación de cuatro de las estrellas más queridas por el público catalán: Ermonela Jaho, Javier Camarena, Lissette Oropeza y Carlos Álvarez. Un cuarteto de voces que nos permitió hacer un claro viaje por algunos lugares comunes (y otros no tanto), de obras conocidas como momentos extraordinarios.
A un inicio con una ejecución muy limpia del intermezzo de Las Goyescas de Granados y una canción de Gastaldon emotiva pero a veces con la orquesta muy fuerte, en la voz de Carlos Álvarez, siguió una preciosa interpretación de la canción italiana de Tosti Chitarrata abruzzese, que escuchamos por primera vez con orquesta en la voz de Javier Camarena. Lissette Oropeza nos deleitó con una encantadora versión de Madre de mis amores de Moreno Torroba (se debe destacar su excelente pronunciación del español, difícil de encontrar en sopranos, incluso cuando son hispanoparlantes) y se cerró esta parte con una interpretación un poco demasiado dramática por parte de Ermonela Jaho de Ombra di nube de Refice.
La sección dedicada a la ópera abrió con los fragmentos orquestales de Le Villi de Puccini, obra de juventud que nos deja entrever ya el genio orquestal y atmosférico del famoso compositor. La ejecución dirigida por Sesto Quatrini, fue interesante pero adoleció un poco en la exactitud de las entradas.
Io sono l’umile ancella… en la voz de Jaho fue uno de los momentos más emocionantes y deliciosos de la velada. ¿Cómo hace esta increíble intérprete para emocionarnos de esa manera con esos filados preciosos? Asuntos únicos de la alquimia artística. Siguió con el dúo de Madama Butterfly acompañada por Carlos Álvarez, cerrando la primera parte con espectadores que tenían lágrimas en los ojos.
La segunda parte nos llevó al bel canto, primero francés, con Romeo et Juliette de Gounod, que era lógico escuchar en una de sus mejores versiones si cuentas con dos de los mejores intérpretes de esta ópera en el mundo. En el aria de Juliette con Oropeza mostró una coloratura prístina y una claridad interpretativa extraoridnaria, mientras el aria de Romeo en la voz de Camarena nunca dejó de ser una llamado a la esperanza y el amor. El dúo de L’elisir d’amore que siguió, cantado por ellos mismos, fue una muestra de lo chispeante, divertido y extraordinario que puede ser el bel canto con voces, técnicas y capacidades expresivas como las de estos dos cantantes.
Nuevamente un interludio orquestal, en este caso de la ópera Luisa Miller, fue la preparación para comenzar con la parte más verdiana de la noche. El aria de Falstaff en la voz de Álvarez, un poco desmejorado, pero siempre demostrando una claidad interpretativa incuestionable. De miei volenti spiriti… en la voz de Camarena obtiene unas claridades y texturas emocionales poco comunes y el Addio del passato… en la voz de Ermonela Jaho gana un patetismo del que incluso a ella le cuesta soltarse, una vez acabada el aria.
Una noche espectacular.
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