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Una Coppelia nueva y resplandeciente
Publicat el: 27 de juliol de 2023
CRÍTiCA: Coppél-i.A. Les ballets de Monte-Carlo
Normalmente el Ballet clásico es una referencia que se ha quedado en el siglo XIX y que está determinado por una estética específica. En este caso, el original cumple más de ciento cincuenta años de haber sido estrenado y lo interesante de la producción que nos ocupa, es como ha encontrado la posibilidad de darle una vigencia incuestionable para el espectador del siglo XXI.
Coppelia es la historia típica del romanticismo: una historia de amor, donde la fantasía tiene un lugar privilegiado y a diferencia de la trágica Giselle, este mundo fantástico no es el de los espíritus, sino el de los juguetes. Una hermosa muñeca mecánica que enseña a amar a la verdadera mujer viva.
Quitándole la superficialidad y un poco la previsibilidad, Jean-Christophe Maillot nos entrega una hermosa reflexión de qué significa estar vivo y qué significa crear vida, muy lejos del final feliz, hacemos un viaje por lo terrible y al mismo tiempo maravilloso de las creaciones humanas. Por supuesto de su coreografía tiene que destacarse la calidad distinta de movimiento no realista que logra en la protagonista, Lou Beyne, una bailarina de excepcionales cualidades, que llega a ser realmente conmovedora en su inhumanidad. También su trabajo con los conjuntos, de una belleza e interés remarcables. En general estamos hablando de un espectáculo coreográfico redondo y sin fisuras.
La partitura de Lèo Delibes (1836-1891), extraordinariamente intervenida por Bertrand Maillot, nos lleva a una atmósfera completamente distinta, donde la inteligencia artificial ocupa el lugar de la mecánica decimonónica y las hermosas frases de la orquesta romántica del autor francés, se llenan de técnicas extendidas, sonidos cercanos a nuestras emociones sin paños calientes.
Pero si hay algo que destacar es el trabajo estético de Aimée Moreni. Bellísmo espacio que nos da igualmente la frialdad del laboratorio científico, que la luminosidad de los lugares festivos. La escenografía del segundo acto se acerca a una escultura contemporánea en movimiento, con espacios definidos por formas irreales. Su vestuario es innovador, de líneas puras y sumamente afortunado en la caracterización de los personajes.
Un elenco homogéneo y de alto nivel técnico e interpretativo, es la base para que los espectadores disfrutaran de esta versión moderna y fresca del ballet clásico, con una mayor profundidad y una estética mucho más acorde a nuestros tiempos.
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