El concierto del sábado pasado en el Gran Teatro del Liceu fue un evento único y especial. Cecilia Bartoli tardó 29 años en regresar a ese escenario (que no a Barcelona donde ha cantado varias vece en el Palau de la Música catalana) y esperemos que no tarde en volver, porque con este concierto escénico nos demostró que, aunque en Italia no sea tan valorada o muchos especialistas la critiquen por diferentes razones, ella simplemente es la mejor.

Comenzamos con un desesperanzador anuncio de que estaba recuperándose de un resfriado. La verdad es que no oímos ninguna huella de ese catarro. La primera frase con fiatto desafiante de la naturaleza fue suficiente para demostrarnos que esa iba a ser una gran noche.

Proyecciones hermosas, cambios de vestuario de acuerdo a todos los personajes que interpretó, un actor de apoyo que era una cierto escénico, pero sobre todo una orquesta espectacular y el amor sin fisuras de la Bartoli por el barroco, fueron los elementos de un concierto que los amantes de la ópera en Barcelona tardaremos mucho en olvidar.

Desde la sinfonía de Rinaldo se pudo constatar la calidad de la orquesta, pero los solos del concertino Enrico Casazza nos revelaron que era un conjunto de virtuosos que disfrutaban hacer música juntos. Los dos solistas Pier Luigi Fabretti (oboe) Jean-Marc Goujon (Flauta) y  Thibaud Robinne(Trompeta) lo confirmaron en una divertida, asombros ay chispeante escena de improvisación barroca con la propia Bartoli.

Quizá uno de los momentos más hermosos y emocionantes del concierto fue cuando la famosa italiana abordó  “Lascia la spina cogli la rosa.. ” de la Ariodante de Haendel. Una versión extraordinaria, con una letra muy interesante y con un fraseo, musicalidad y emotividad perfectos.

El viaje barroco se centró por su puesto en Haendel, acompañado de Teleman y Vivaldi pero también incluyó a compositores poco interpretados Nicola Porpora (1686 – 1768), Johann Adolf Hasse (1699 – 1783) y otros en la parte de ancores.

La Bartoli estuvo casi siempre en escena, con los cambios a vistas, improvisaciones, danzas y sobre todo con la sensación de disfrute, amor y entrega sin sacrificio. Esa es la sensación que queda de este concierto, tan especial, tan poco tradicional y al mismo tiempo vivo y refrescante.

Nos demostró cuánta razón tenía Haendel en su Ode for St Cecilia’s Day ¿Hay alguna pasión que la música no pueda expresar? y si lo hace esta orquesta, Les Musiciens du Prince-Monaco, con Cecilia Bartoli, es seguro que la respuesta es: No.