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8
Ya tenemos Billys Elliots
Publicat el: 3 de novembre de 2021
CRÍTiCA: Billy Elliot. El musical.
Contaba hace poco más de una década Julia Gómez Cora, directora de Stage Entertainment, la productora que nos trajo a Barcelona ‘Mamma mia!, ‘La bella y la bestia’ o ‘Cabaret’, ahora centrada en Madrid (‘El rey León’, ‘Tina’) que no era posible representar en España ‘Billy Elliot’, entonces la gran sensación del West End londinense. No había un elenco infantil con suficiente talento para meterse en las zapatillas del protagonista. Los británicos, en esto del género musical, nos llevan muchos lustros de ventaja. Y es que el triplete de aptitudes –bailar, cantar y actuar, en cualquier orden- precisa tiempo y dedicación. Diez años más tarde, las cosas han cambiado y ya tenemos, primero hace tres años en Madrid, y ahora en Barcelona , suficientes Billys Elliots (se turnan cinco críos para el papel principal y para el resto de personajes) capaces de recrear al pequeño bailarín. En total, sumando todos los turnos, se suben al escenario 60 niños, toda una cantera para apuntalar el futuro del difícil género musical. Hay que agradecer la labor de Coco Comín y su escuela, donde se han formado con clases de ballet clásico, canto, técnica vocal, interpretación o claqué.
En la función vista, Max Vilarrasa, vecino de Balenyà de 12 años, brilló especialmente como bailarín, la faceta más imprescindible y exigente para el personaje de Billy. Su fluido movimiento y sólida técnica en el claqué nada tiene que envidiar a los adultos bailarines de ‘Cantando bajo la lluvia’. También despuntó con sus giros de ballet y transmitió sensibilidad y emoción en sus encuentros con su madre difunta. A su lado destacó Àngel Olaya (como su amigo Michael), que gasta un desparpajo, carisma y gracia arrebatadores. Antológico fue el número de su divertida salida del armario (‘Expressing yourself’), que abordó, junto a Vilarrasa, con mucha soltura y picardía. Ambos se metieron al público en el bolsillo. En el reparto adulto sobresalieron Natalia Millán, estupenda Mrs. Wilkinson, y la entrañable abuela de Teresa Guillamón.
A la espléndida puesta en escena han contribuido los cuatro millones de euros destinados a esta superproducción de SOM produce. Las dinámicas coreografías para la partitura de Elton John mantienen el ritmo vibrante de un montaje que llega a emocionar sin caer en la lágrima fácil y la sensiblería. Tampoco se corta en el retrato de la huelga de mineros en la Gran Bretaña de Thatcher, con los insultos a la dama de hierro -¡Muerte a Maggie!- y el lenguaje rudo, repleto de palabrotas, que es fácil imaginar en los desesperados trabajadores. La historia de Billy, que cambia los guantes de boxeo por el ballet en contra de los deseos de su padre, fluye en paralelo a la huelga que paralizó la industria del carbón en 1984. Muy bien engarzados, ambos relatos sostienen un gran espectáculo para todos los públicos que está triunfando en la cartelera barcelonesa.
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