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5
Ariadna en entretiempos y contratiempos
Publicat el: 8 d'octubre de 2021
CRÍTiCA: Ariadne auf Naxos
Complicado, muy complicado, hacerle justicia a una obra tan compleja, icónica y maravillosa como la Ariadne auf Naxos de Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal. El nivel de lecturas, acciones escénicas y sentidos hace de esta obra una de las más difíciles en la escena lírica del siglo XX, y se debe reconocer que, con la modernidad de su propuesta estético-musical, apenas se puede creer que haya sido estrenada hace más de un siglo, en 1912.
Por todo esto uno sabe que el proceso de montaje y concepción de una obra como esta es muy difícil, no solo para los cantantes (que enfrentan retos enormes tanto a nivel vocal como a nivel interpretativo), sino también para la puesta en escena, la dirección musical y la orquesta. La producción que nos propone el Liceo en esta temporada 2021-2022 la verdad es que no pudo saltar todos los obstáculos.
Un elenco homogéneo en una ópera, llena de papeles que parecen pequeños pero que exigen una calidad vocal y actoral importante, es muy difícil de conseguir, ciertamente, pero es incomprensible que los personajes cómicos se queden en la banalidad del chiste fácil (que sinceramente no se entiende qué de gracioso tiene un espanta suegras o un gorro de fiesta, por sí mismo), David Pomeroy, tenor, sinceramente tuvo problemas muy serios para afrontar el difícil papel de Baccus, Sara Blanch hace una Zerbinetta más que correcta vocalmente, pero le falta mucho camino que recorre en cuanto a coquetería, chispa escénica y bis cómica.
Destacan por su trabajo vocal y escénico Paula Murrihy en el papel de El Compositor, cuyas líneas de canto y su capacidad para llenar de sentido el exceso de acciones que propone la directora de escena, fueron una grata sorpresa toda la función y Johanni van Oostrum en el papel protagónico, abordado con una voz hermosa y una buen trabajo en el difícil fraseo que propone Strauss. Sin lugar a dudas, ellas fueron lo mejor de la velada.
Lo que no se puede explicar es cómo una directora profesional se permite un trabajo espacial tan elemental y una superficialidad tan grande para abordar las partes cómicas. Hay muchos malos entendidos aquí: el exceso de acciones no hace un montaje interesante, sino confuso. Las luces en un traje no definen a un personaje y el traslado de la comedia del arte italiana puede ser todo menos aburrida. Una obra como esta merece una puesta en escena de mayor calidad estética y conceptual.
Cuando una acción no apoya el sentido o el concepto escénico es innecesaria o distractora y este montaje adolece enormemente de ello. El punto de vista del espectador durante la representación del segundo acto está mal planteado espacialmente, y logra algo realmente difícil, volver una obra eminentemente escénica algo no teatral. Una partitura y un libreto como estos merecían un montaje mucho más elaborado a nivel conceptual y menos a nivel acción escénica.
La orquesta hizo un buen trabajo con esta partitura, aunque a veces la dirección de Josep Pons adolecía de vigor, pero fue correcta.
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