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Detrás del tópico
Publicat el: 27 de setembre de 2017
CRÍTiCA: Agencia matrimonial
Siete mujeres visitan una agencia matrimonial. Angelina, que no se
puede quitar de la cabeza los pollos que vende en el mercado; Pilar
Segura, que desborda una insoportable arrogancia de política facha; la
esotérica Virgina, perseguida por sus fantasmas;
la Mari, que lo flipa porque creía que ir a
por pareja era como ir a pillar maría; Chantal, una prostituta que
aprovecha que está de baja para buscar a un hombre que la retire;
Rafaela, cansada de limpiar casas ajenas; y Soraya, una
ex monja humedecida por sus calenturas. Un topicazo, dirán algunos. Una
retahíla de personajes sobados y más que conocidos. Pero
Agencia matrimonial, de la compañía
M’Enredo Teatre, se sirve de estos clichés para plasmar, a través de
la parodia, la desigualdad de la mujer en la sociedad actual. Maria
Eugènia Casanova (autora, directora e intérprete de la obra), Iván Rubio
y Marta Vilellas llevan cinco años (en el teatre
Llantiol, primero; desde hace tres años, en el Teatreneu) cargando con
estas mujeres que, a su manera, luchan contra la soledad.
En el escenario solo hay una mesa y un teléfono. Y suena. La llamada
es de la agencia, que bombardea a preguntas a la interesada para
introducirla en su base de datos y avisarla cuando dé con su hombre
ideal. Las preguntas sirven a la actriz para llevar
a sus personajes al extremo (“esto es parodia, más que comedia”, dice).
“Desde pequeña mi madre me machacaba diciéndome que me apuntaría a una
agencia para casarme”, recuerda Casanova. “Algo me quedó de aquella
broma… Y hace unos cuantos años, cuando hubo
el bum de las páginas de contactos por Internet, me decidí a montar
este espectáculo que es pura crítica social, más que reivindicación: que
cada mujer (¡cada persona!) haga lo que quiera con su vida, por
supuesto”. Algo de su contacto con La Cubana también
ha impregnado la obra. Y también algo de sus admirados Carmen Machi o
Rubianes, o del Almodóvar más primitivo.
Los siete personajes están estudiados al detalle. “Mi trabajo es
observar la realidad. No paro de fijarme en la gente. Y con la pinta que
tengo… algún día me soltarán una ostia, de tanto mirar”. Los
personajes, claro, existen: “El otro día vino a la función
mi pollera, la del mercado de Sabadell… ¡Qué vergüenza!” En cinco
años, los mismos protagonistas han sobrevivido: “No hace falta
cambiarlos”, dice la creadora. “Y eso quiere decir que la sociedad no ha
mejorado nada. La gente se sigue riendo, cuando deje
de hacerlo querrá decir que los personajes han quedado desfasados”.
La actualidad, sobre todo en clave de humor, se cuela por fuerza en
la ficción: “El otro día Pilar Segura, la política facha, comentó que se
fue de crucero con Piolín”, cuenta Casanova, asombrada de por la
reacción del público ante este personaje en las
últimas semanas, en las que el conflicto por el referéndum está en el
orden del día: “Cuando aparece ella, la gente se queda de piedra, no la
abuchea, como ocurría hace poco”. Es la manera de hacer teatro cercano,
con personajes en los que, aun llevados al
límite, el público pueda reconocerse o reconocer a algún vecino
(vecina, en este caso).
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