Después de un enorme escándalo por sus actitudes agresivas con los músicos y cantantes que trabajaban con él, John Eliot Gardiner decidió cortar sus actividades profesionales y acudir a terapia. Un año después, aparece con una orquesta nueva y buscando en el público, en sus colaboradores y en la música misma, una segunda oportunidad a su ira y su incapacidad de tolerancia al error. Pensando en si este tipo de cambios son reales, posibles o no, y de si la aceptación de una vuelta después de cosas tan graves como agresiones físicas y verbales son éticas o no, el regreso de un músico de la calidad de Gardiner es polémico pero gratificante.

Las tres cantantas de Johan Sebastian Bach que fueron interpretadas por la nueva orquesta y el nuevo coro Constellation bajo su batuta, se convirtieron en toda una experiencia. Dichas partituras fueron escritas para ser interpretadas el tercer domingo de pascua, tienen, por lo tanto, un carácter completamente religioso y, como siempre en BAch, filosófico.

La primera, Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen, BWV 12, (1714) nos llevó por todos los estados de tristeza que menciona en su título, con una limpeiza de ejecución que rara vez se escucha.

Después Ihr werdet weinen und heulen (1725), BWV 103 un viaje muy sofisticado por la desesperación humana y Wir müssen durch viel Trübsal (1726), BWV 146,  que nos lleva por la resignación de las dificultades de la vida, se tocaron con instrumentos antiguos, logrando una sonoridad espectacular.

Es muy interesante pensar en que este regreso se dé con obras de la profundidad artística y emocional de las cantatas de Bach, cuya ejecución fue de muy alta calidad y nos llevó a pensar seriamente en la necesidad de la perfección. ¿Es tanta que podemos maltratar a otros seres humanos en nombre de ella? Lícito o no, los músicos de la generación de Gardiner fueron educados en un sistema sumamente violento, pero el mundo cambiante nos recuerda que lo perfecto sólo puede existir si incluye la imperfección.

Un concierto para recordar.