CRÍTIQUES

VALORACIÓ
9
Completo y complejo
Publicat el: 1 d'agost de 2020
CRÍTiCA: Sonoma. La Veronal
Empieza el espectáculo. Resuenan truenos en la imponente sala oval del MNAC. Segundos después, aparecen las nueve bailarinas idénticamente ataviadas con una especie de traje regional, con faldas anchas hasta los pies y largas trenzas que salen de las cofias. Se deslizan veloz y suavemente, y parece evidente que están montadas en algún tipo de plataforma con ruedas. Sin embargo, minutos después, a una de las bailarinas se le levanta la falda y entendemos entonces que no hay más maquinaria que la de sus piernas. Esta es solo la primera de las muchas sorpresas que están a punto de llegar.
Cada uno de los elementos de Sonoma está pensado para crear escenas bellas e impactantes, cuadros de un imaginario rico y original. Empezando por el sonido envolvente de Juan Cristóbal Saavedra, con percusión y coros de voces, con algunos ecos de jota y otros de danza tribal. También resulta impactante el amplio vestuario de Silvia Delagneau, al que se le suman espectaculares coronas florales (Nina Pawlowsky), máscaras que convierten el rostro de las bailarinas en manchas negras –con el angustioso efecto que esto genera – (Juan Serrano y Gadget Efectos Especiales) y cabezudos (Martí Doy). O los elementos de atrezzo en el espacio vacío de la sala (Bernat Jansà i David Pasqual) como la cruz atada a cuerdas que las intérpretes enrollan cuando se desplazan en círculos a su alrededor, evocando los tradicionales bailes de cintas. Mención especial merece la iluminación del mismo Jansà, con paneles blancos que se acercan y se enrojecen y con focos y pequeñas linternas que permiten extender las luces y las sombras por toda la sala -habrá que ver como consiguen el efectos de expansión en los teatros del Temporada Alta o en el Mercat de les Flors, donde presentarán el montaje en otoño y abril respectivamente-.
Por supuesto hay que hablar también de las nueve bailarinas que, además de moverse con elegancia y esplendor, interpretan emociones. Así vemos escenas de equipo y ayuda mutua, pero también peleas entre ellas en las que el grupo margina a una de sus miembros. De hecho, incluso hay momentos en los que recitan de cara al público, escupiendo con fuerza y rabia gritos épicos en forma de plegarias contemporáneas. Eso sí, en francés y sin sobretítulos, cuestionable decisión teniendo en cuenta lo bellos que son y lo bastante que duran – vale la pena leer las traducciones, que están disponibles en su página web-.
Sonoma sabe pues a ancestros y a tradición, a tribu y a aquelarre. Se trata de un espectáculo coral, sugerente, completo y complejo. Una propuesta de gran formato que va más allá de la danza para generar una experiencia global y muy atrayente.
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